jueves, 7 de julio de 2016

Encuentro inesperado (relato a dos manos)





Era una de esas mañanas calmas, la naturaleza se ofrecía en todo su esplendor, el sol hacía solo unos instantes había comenzado su labor... El joven pastorcito ya junto a sus compañeras, decidió cambiar de ruta ese día, -los cambios dan gusto a la vida-, se dijo, y ya bien decidido, una sonrisa adornó su rostro y arrió su rebaño hacia el camino que rodea la colina, el mismo que bordea el Arroyo Grande.
Pancho y Linda, sus dos perros, no entendieron la orden de Pascual, pero al ver que el patroncito enfilaba para el lado del agua, y las cabras lo seguían, no tuvieron otra que imitarlo, -veremos, veremos-, murmuraron entre ellos, y fueron detrás de él...
 
Sentada en la otra margen del arroyo, Camila trenzaba su brillante cabellera enmarcando la belleza y el resplandor de su rostro... Hacía muchos años que no venía a visitar a don Bruno -su abuelo- que vivía en esos parajes desde que había enviudado... Pascual quedó sorprendido ante la presencia de la niña a quien no reconoció en un primer momento... Pero al oír su melodiosa voz entonando una canción, le resultó familiar y sintiendo el propio latir de su corazón pensó: -Camila ha regresado-...
 
No quiso correr el riesgo de quizás molestar... Decidió continuar con el pastoreo, que era imprescindible, y resolvió que al regreso, se daría un buen baño e iría a visitar a su vecino Bruno, que de verdad hacía mucho que no llegaba por allí.
Mientras las cabras estaban ocupadísimas en sus quehaceres, no pudo desligarse de sus pensamientos sobre aquellos días de su no lejana infancia, que repiqueteaban en su recuerdo... Días felices...Camila, su amiguita correteando con sus largas trenzas al vuelo, y él tratando, en vano, de atraparlas...Y el juego de las escondidas... Nunca podía encontrarla, y ella en cambio, lo hacía en un primer intento... Notó que una sonrisa aparecía en su rostro.
Llegó el atardecer con sus rubores contrastando con el verde de la campiña cuando Pascual apareció frente a la casa de don Bruno. Vestía sus botas marrones, sus jean gastados, su infaltable sombrero que le ensombrecía sus ojos celestes dándole calidez a su mirada... Como cada tanto pasaba a tomar un brandy con su vecino al que le unía el amor por la naturaleza y la soledad del campo...
Don Bruno está sentado en el porche y saludándolo amablemente le dice:
-¡Pero como anda amigo tanto tiempo, que alegría verlo por estos lares!-
Por el gran ventanal entraba la luz del sol que iluminaba el ambiente rústico de la cabaña...
 
Camila se encontraba recostada en la estancia leyendo un libro de aventuras, tema que siempre la fascinaba. Al escuchar a su abuelo, dejó el libro, se levantó y fue apresurada a recibir al visitante.
Los dos amigos se estrecharon en un cálido abrazo... Se miraron de arriba abajo, cada uno más asombrado que el otro, volvieron a reencontrarse en otro efusivo abrazo... Don Bruno no cabía en su alegría...
-Que contento verlos tan entusiasmos por el encuentro, después de tanto tiempo, ¿verdad?, Adelante, adelante, siéntate con nosotros y cuéntanos de tu vida, que planes tienes para el futuro, en fin...
-No tengo mucho que contar sobre mí- contestó Pascual - todos los lugareños de la zona, tranquilos que pueden confiar en mí y sin vacilar me entregan en custodia sus rebaños, pues bien saben mi adoración por las cabras, y así paso mi sencilla vida, entre montes y colinas, gozando y deleitando los regalos de la madre natura. En cuanto a mi futuro... Hummm... Quizás, me llegue hasta la gran ciudad y encuentre alguien que -bueno, ya estoy divagando como es mi costumbre- pues claro, de tanto tiempo estar acompañado con mis pensamientos solo mi amiga la sombra sabe de mis sentimientos. Pero, de seguro, tú, mi querida Camila, tendrás lo que contar...
La vida de Camila había tomado un rumbo diferente en cuanto inició sus estudios superiores... Ella como Pascual amaba los animales y desde la perdida de sus padres volcó sus expectativas en estudiar la carrera veterinaria para luego regresar al campo con su abuelito para así retribuirle en sus últimos años todo el amor que don Bruno había sabido ganar en su vida y en la de sus padres...

Luego del humeante café que bebieron conversando pasaron las horas entretenidos con las anécdotas de Camila en la gran ciudad y sus sacrificios para lograr finalizar sus estudios, donde no hubo lugar para desarrollar una vida sentimental ya que en su corazón solo existía un lugar que estaba ocupado por el recuerdo de Pascual, sin saber definir exactamente si era amor o amistad ya que ella nunca había tenido novio...
 
El pícaro don Bruno, pispiando un quizás futuro de unión entre los jovencitos, tomó la iniciativa, aprovechando su edad...
-Los escucho y no salgo de mi asombro, las mismas inquietudes y cada uno de ustedes solito en su campo, les sugiero salir a pastorear juntos y recordar vivencias...
-Mire usted, don Bruno, ¡las cosas que se le ocurren! Pretende que toda una doctora acepte tal extravagancia, ja, ja, ja...
Pascual, rápido era en sus pensamientos y se dijo que pensándolo mejor en una de esas... Y sin dejar de pasar la oportunidad, miró a su amiga y dijo:
¿Dime Camila, te agradaría acompañarme mañana a llevar mi rebaño al monte?

Eran las ocho de la mañana y la calidez envolvente inundaba la cabaña de don Bruno mientras se desperezaba sentado en su mecedora sentado frente a la ventana por donde entraban los primeros rayos de sol y el verde de la campiña lucía en su esplendor ante sus ojos...
Camila preparaba el omelette preferido de su abuelo mientras saboreaba una tacita de café y se apresuraba para llegar puntual a su cita...
Estaba tan emocionada como en sus años de infancia cuando juntos trepaban por los árboles tal vez para acomodar algún nido de gorriones que el viento había derribado en la última tormenta o iban a la orilla del río a juntar mojarritas...
Pero ahora debía enfrentar el momento de comunicarle a su amigo que el fin de sus vacaciones era eminente, ya que debía regresar a la ciudad para acudir al llamado de una propuesta de trabajo en la clínica veterinaria que había respondido a su solicitud...
 
Al escuchar el típico repiquetear de un cencerro, supo que Pascual y su rebaño ya llegaban al montecito cercano, saludó con un -hasta luego- a su abuelo y emprendió la subida para encontrarlos.
-Que contento verte, Camila, te confieso que muchas veces soñé con un momento así... Quizás te parezca que exagero, pero créeme que no te miento, es más creo que...
-No sigas, por favor, me confundes con tus palabras, no te conocía tan melancólico, vamos, vamos, no me hagas ponerme molesta, pues no sabré que responder.
-Sólo comparto contigo, mis sentimientos, como siempre lo hacíamos, ¿recuerdas como era de niños?
-Por supuesto que recuerdos y vivencias vuelven a mi memoria, pero no debemos llevarnos por impulsivos arranques de nostalgia, ha pasado tiempo, la realidad es otra, en lo que a mí respecta, no sé si me entiendes...
-Nuestra amistad es lo que vale, o es que no piensas así...
 
Camila entre el gentío de la estación abordó el tren de regreso a la ciudad... En su alma llevaba el triste recuerdo de su último encuentro con Pascualito cuando debió confesarle que sus sentimientos eran confusos y agudizaba su tristeza el pensar en su abuelito que acusaba el paso de los años...
Acomodó su equipaje y se sentó del lado de la ventanilla para poder saludar a los dos hombres que quedaron casi perdidos en medio de la multitud de los pasajeros que van y vienen en esa época del año...
En su mente anidaban recuerdos felices y pensamientos inciertos de una nueva etapa de su vida y sus responsabilidades
Fue cruel pero creyó ser sincera en aquel momento, no podía mentirle amor a su amigo de la infancia a quien siempre quiso como al hermano que no tuvo... Pero bien en el fondo de sus pensamientos se agitaba la duda y la emoción de saber que él la amaba...
¿Serían sus sentimientos encontrados o en realidad era amor lo que sentía ahora que debía partir?
El tren comenzó su marcha y vio como se iba alejando de la figura de los dos hombres inmóviles que la saludaban desde el andén...
De pronto se levanta de su asiento y arroja el equipaje por la ventana, corriendo como una loca por el pasillo mientras los pasajeros se voltean a verla y grita: ¡Pascual!
Él al ver la actitud de ella corre para recibirla entre sus brazos don Bruno sonríe rellenando su pipa de brezo, menea la cabeza, voltea para llamar a Pancho y Linda quienes obedecen moviendo sus colitas como fieles conocedores del amor... El tren se aleja dejando atrás la estación del pequeño pueblo mientras ellos abrazados avanzan hacia el futuro que los aguardaba desde siempre...

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Autores:
Lilian Viacava - Uruguay
Beto Brom – Israel

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*Código 1606278220882
*Licencia: Creative Commons Attribution Non-commercial No Derivatives 3.0
*Imagen propia
*Música de fondo: Melodías campesinas sudamericanas/Máximo Spodek




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