miércoles, 28 de junio de 2017

Una casa y una elegida






Era tanto el anhelo de Victoria de tener una casa en el campo, alejada del mundanal ruido de la gran ciudad, que no titubeó al brindársele una ganga de una familia que se iba a otro país.

Así que ahora era propietaria de su sueño, bella, acogedora, espaciosa, cómoda, decorada con gusto, ambiente tranquilo y armónico, oyendo el trinar de las aves, el canto de los grillos, el croar de las ranas y sapos desde el aljibe cercano. ¿Qué más podía desear?

Ni corta ni perezosa, se mudó rápidamente con su niño Joaquín de seis añitos. Ella era madre soltera y le prodigaba el doble de amor, cariño, atención y ternura.

El infante estaba sorprendido y feliz. Se la pasaba jugando y curioseando la casa y el ambiente cercano. Ella lo miraba sonriente desde los grandes ventanales laterales, mientras escribía sus poemas y una novela la cual la ocupaba ya dieciséis meses y que titularía: “El derecho de ser feliz”



Después de un mes en que ya marchaba satisfactoriamente el proceso de adaptación, empezó a ver desde el rincón del estudio, una luz azul que se encendía y apagaba como un semáforo, en forma intermitente, llamando su atención y cierta curiosidad, despertando un pequeño temor al ocurrir todos los atardeceres cuando se opacaba la luz del sol y se empezaba a filtrar la oscuridad.

Recordó los cuentos de su abuela, sobre tesoros enterrados y selección de ciertas personas para que lo encontrasen.

Dejó de prestarle atención, concentrándose en otras actividades, pero resultaba difícil porque la luz se movía en zigzag y parecía llamarla…

Un atardecer decidió investigar el origen de aquel resplandor que ya se había convertido en una incógnita más que una molestia.

Salió de la casa, dio unos cuantos pasos en dirección hacia aquella luz…la obscuridad dijo presente…se animó a dar otros pasos… la intermitencia de aquella luz reapareció, aquí ya desapareció su duda, algo o alguien estaba jugando con sus nervios, arrojó al aire un ¿Quién anda por allí? …su grito llenó el terreno, el silencio de la luz inquieta y titilante, fue la única respuesta que logró recibir.

Un escalofrío recorrió su cuerpo, estaba indecisa… ¿seguir o no?, su curiosidad se enfrentó a su miedo…y escuchó la voz de su hijo, que paradito en la puerta de la casa la reclamaba… ¿Mami, dónde estás?

Al día siguiente, después de desayunar, tomó una urgente decisión, viajaría hasta el pueblo para comentar con el comisario sobre la extraña luz que perturbaba la tranquilidad de su hogar.

Al día siguiente, después de desayunar, tomó una urgente decisión, viajaría hasta el pueblo para comentar con el Jefe de Policía sobre la extraña luz que perturbaba la tranquilidad de su hogar.

En el trayecto hacia la ciudad pensaba en que la mayor concentración de la luz azul que veía, estaba en el rincón del estudio y que se diseminaba hacia el recorrido que hizo persiguiéndola para constatar que se regresaban los haces de la misma, girando en círculos y concentrándose en el mismo.



Al llegar, a la Estación de Policía, narró al inspector de turno, lo que le ocurría. Él se mostró sumamente interesado y le dijo que allí vivió un señor que era muy rico y que comentaban que había dejado dinero enterrado.

Así que el inspector buscó un equipo que detecta metales y regresaron a la casa. Al llegar, inmediatamente fueron al sitio indicado, pasó el aparato en movimientos circulares y no funcionó. Quedaron de acuerdo que lo harían de noche. Cuando volvió el Inspector a punta de siete de la noche, el no veía la luz, Se retiró desanimado, pero se le olvidó su herramienta.



Al rato, tocaron la puerta y oh sorpresa… era el tío Ramón que venía a visitarla y a pasarse unos días. Después de acomodarlo y cenar, le contó lo que pasaba. Él le dijo que seguro era un fantasma que le quería decir o mostrar algo. Muy posible era dinero, tal vez morocotas que tenían mucho valor en su tiempo porque eran monedas de oro. Despertó tanto su curiosidad que se prestó a colaborar.



Llegó nuevamente la luz azul que él no veía, lógicamente, porque la aparición era para ella, la seleccionada, y entonces decidió ignorar aquellos fantasiosos espejismos, que no resultaban completamente extraños, pues en más de una oportunidad, mientras estaba abocada en sus escrituras, se posesionaba en demasía, al punto tal que creía ver fantasmagóricas apariciones, como la actual.



No obstante sugirió a su tío, dejar de lado todo el asunto, éste, dueño de su acostumbrado deseo de resolver todo problema que encontraba a su paso, insistió en llegarse hasta el lugar de la supuesta luz, pues estaba convencido que era un señal, y por lo tanto, no era lógico olvidarse de tal anuncio, como lo consideraba. Y provisto de una buena pala, que siempre llevaba en su vehículo, dijo…

–Quédate tranquila, sobrinita, voy para allí y ya verás que lograré develar el secreto-



Pasa una escasa hora y vuelve a la casa don Ramón, con cara de cansado. Se sienta y con pausadas palabras explica…

-Mientras cavaba, creo haber escuchado una voz, por supuesto no vi a nadie, pero interpreté con suma facilidad lo que me decía…**Victoria es la que debe llegarse hasta aquí, pues para ella es el mensaje, el tesoro aquí enterrado, sólo ella tiene el privilegio de recibirlo, entonces ya podré descansar en paz verdadera**



La más que asombrada dueña de casa, no podía dar crédito a lo que escuchaba…

pero la curiosidad tiene cara de gato.

Aunque con cierto temor, se puso de acuerdo con su tío Ramón y decidieron después que se durmió su niño, ir a ver desde el comienzo de la luz detrás de la arboleda del patio.

Haciendo caso de que ella debía hoyar, lo hizo.

Al rato de su insistencia y de palear tierra, sonó algo metálico, era un cofre plateado.

El tío le hizo seña que lo abriera ella misma. Dentro había un mapa. Al revisarlo y estudiarlo, se dieron cuenta que el verdadero tesoro estaba en el rincón del estudio, donde la luz se visualizaba con mayor esplendor y energía.



Así que se fueron corriendo a la sala y se dedicaron a revisar minuciosamente cada rincón…en busca de un indicio, de alguna señal escondida…hasta que uno de los dibujos del panel de madera que cubría todas las paredes del recinto, les llamó la atención en demasía, como si por equivocación fue colocado al revés; palparon, dieron unos suaves golpecitos…nada ocurrió…hasta que se percataron de un casi insignificante circulo de color negro, que ahora les resultó completamente llamativo entre el contorno. El tío Ramón, provisto de un cuchillo de punta, traído de la cocina, apretó sobre tal punto, que ante la sorpresa de ambos, cedió…un pequeña puertita se abrió ante sus ojos, un protegido hueco guardaba en su interior un bolsa de tela gruesa, al extraerla del escondite, percataron con suma claridad, el tintineo típico de monedas…colocaron el hallazgo sobre la mesa…decenas de monedas, aparentemente de oro alumbraron sus ojos, una trozo de papel las acompañaba, un preciosa caligrafía anunciaba…



///Cada moneda representa un año de mi paso por este mundo, afortunado el acreedor de ellas ///



Sin dudarlo, las contaron, ochenta y ocho. ¿Tendría eso algún significado? Bueno, ante la tremenda sorpresa y emoción no pensaron más en eso.

Ahora haría reparos necesarios a su recién adquirida casa, editaría algunos de sus libros, le daría algo a su tío Ramón... en realidad, pronto sabría el monto real en dinero del tesoro encontrado.

Como por arte de magia, o superstición quizás, al observar por la ventana, por más que trataron de apreciar la luz una y otra vez, ésta había desaparecido para siempre.




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Autores
Trina Mercedes Leé Montilla de Hidalgo (Venezuela)
Beto Brom (Israel)

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*Registrado/Safecreative N°1704181816502
*Imagen de la Web
*Música de fondo: G.F. HANDEL/Concerto Groso Op.6




Un viaje sin retorno






Presurosa era su caminata, Alberto miraba hacia ambos lados intentando cruzar la carretera, había desesperación en su rostro, una llamada temprano había recibido cuando apenas se levantaba... un rictus de angustia invadía su ser, sin rasurar, despeinado, pasaba varias veces la mano  por su cabeza.
La inesperada noticia marcaría, con seguridad un antes y un después. Nada seguiría igual.
Era el momento de tomar decisiones, y a la brevedad posible. Cualquier tipo de demora podría convertir la realidad en un tormento, y no se lo perdonaría jamás.
Lo que para todos era una simple carretera, como hay miles, para él significaba traspasar a otra dimensión, a otro mundo, algo desconocido… pero no obstante anhelado.

El viejo ermitaño, descansaba en su cubil, el tiempo no era su problema, pero su mente completa de pensamientos, no le permitía conciliar el sueño. Calculó que era el día pactado, no tenía dudas al respecto. Él, su compinche de aventuras, ya debería haber llegado. Una sensación de duda invadió su cuerpo…

Alberto había olvidado el camino, recordaba vagamente un sendero rocoso, cuesta arriba, aunque debía cruzar una parte selvática antes de emprender el ascenso… Su desesperación era tal que se movía nervioso, tenía apenas dos horas para llegar a la cita. ¿Y si no lo encontraba? ¿Y si su madre se había equivocado? ¿Si su llegada era demasiado tarde?
El corazón le dio un vuelco de esperanza al ver que sobre la carretera se acercaba una vieja carreta…

    -Buenos días Alberto.
   -Buenos días Don Luis.
   -¿A dónde vas con esa cara?
   -¿Podría llevarme por favor hasta la curva a la selva?-dijo Alberto angustiado.
   -Debo darles de comer a los animales, además están cansados.
  -¡Por favor! es urgente, debo ver al curandero de la montaña, algo malo va a suceder…
  -Ummm, bueno- deja bajo el rastrojo- a ver si los muchachos vienen y lo recogen, arriba pues…
El clop clop de la carreta rompía el silencio del camino…

Lo que imaginó que sería un corto camino, resultó una hora larga en ese precario carromato que los años no habían logrado vencer. Inclusive sacó la cuenta que de haber hecho el tramo a pie no le hubiera resultado más tiempo.

   -Aquí me bajo, Don Luis, mucho agradezco su servicial gesto, que tenga un buen día…
   -No es nada, muchacho, ojalá llegues a tiempo, y dale mis saludos a tu querida madre.

Y emprendió el ascenso…el sendero le pareció el acertado, apretó el paso y a los pocos minutos ya estaba adentrándose en una maraña de piedras y matorrales, que bastante dificultaban la marcha.

A medida que el tiempo corría, y el visitante brillaba por su ausencia, el anciano terapeuta, amante y sabedor de que el tiempo y la paciencia son los mejores compañeros del hombre, salió a la intemperie, ubicó su escuálido cuerpo a la sombra del legendario árbol que conocía sus rezos y plegarias, y esperó…

Allá a lo lejos venía Alberto, sin más carga que una chamarra que llevaba en la espalda amarrada al cuello, sudoroso, agitado y cansado llegó a los pies del anciano.

   -Sábete muchacho- le dijo apenas llegaba a la cima- Desde aquí se puede apreciar el peligro que se avecina. Mira allá a lo lejos, la civilización se acerca a pasos agigantados, rompen el silencio, me queda poca vida, no tengo a quien dejar mis años de investigación...los hongos tienes propiedades fantásticas.

Dichas palabras, en boca de aquel maestro, pues así lo consideraba, fueron con un aviso de atención, para el asombrado Alberto. Miró hacia donde señalaba su guía espiritual, y comprobó que como bien lo expresó, una gruesa e indefinida muchedumbre comenzaba a expandirse a lo largo y ancho del cercano horizonte.

   -Te considero mi brújula, indícame mi norte…mis oídos prontos para recibir tus sabias premoniciones, las escucho…
   -¡Ven te mostraré unos objetos que guardo desde hace tiempo! Los tengo acá.

Caminaron cuesta abajo, un tramo corto por una angosta vereda,… llegaron hasta una piedra enorme y detrás, en un recoveco pequeño estaba la entrada a un covacha que hacía las veces de hogar. Una mesa pequeña, dos mantas, una piel de cordero, era lo único que contenía el ermitaño sabio. 
En una grotesca repisa cavada sobre la misma roca había unos trozos pequeños de roca brillantes… y en unos frascos cristalinos cierto polvo a semejanza de café grisáceo. 

   -Esto es lo que te quiero dar, es mi tesoro y vale una fortuna, mira… - le dijo al tiempo que le extendía un frasco con polvo. 

La cueva estaba magníficamente iluminada con ojuelos que permitían la entrada de luz del exterior. 

   -¿Qué es esto? ¿Por qué vale tanto éste polvo? ¡No entiendo! …¡Parece tierra! 
   -No te dejes engañar por las apariencias- musitó el sabio. 
   -Éste polvo lo he recopilado durante varios años, ¡son esporas!, ¡sí! ¡Esporas de los hongos!, los únicos hongos que pueden curar a los indígenas, los hombres blancos les han traído muerte, son portadores de virus que causan enfermedades a los que ellos, no son inmunes.  
Mi tiempo se termina, poco puedo hacer por ellos, estos hongos únicamente crecen en temporada fría y húmeda, aquí no crecerán… necesitas subir a la montaña del macizo de Urucum, y esperar dos meses a que broten, los colectarás y traerás para hacer medicamento… ¿crees poder lograrlo?- preguntó el anciano pensativo. 
   -Lo intentaré, aunque no tengo ropa adecuada ni equipo para escalar. Pero ¿y las rocas brillantes de que son?
   -Veo que te han llamado la atención, así también se las ha llamado a los hombres avariciosos de riqueza y poder, ¡míralas! ¡Es Manganeso! 
Ellos vendrán y destrozarán todo, nuestros indígenas su cultura y nuestro suelo… 

Alberto guardó los elementos recibidos en una especie de bolsillo que su madre había cocido en la parte interior de su abrigo, agradeció al maestro las indicaciones y las ropas propicias para emprender el camino. Sin perder más tiempo, partió acompañado de un orgullo que desbordaba de su cuerpo, debía esforzarse al máximo para lograr cumplir la consigna; comprendió que tenía en su poder todo lo necesario para rescatar a todos aquellos que el destino hoy ponía el futuro en sus manos.

Camino hasta la cima del Urucum alimentándose únicamente de hierbas silvestres, raíces y pescado seco.  Regó parte del polvo cerca del tronco de los hayales, encinos, robles, alcornoques y madroños.
No sabía dónde pudieran darse las condiciones para el nacimiento de los hongos…así que decidió acomodarse cerca de una encina y bajo su sombra hizo su hogar.

Un día escuchó voces raras y observó a mucha gente extranjera que cavaba la tierra, ¡lo que temía!
La montaña ya estaba siendo destrozada por aquellos inconscientes.
El rio Tinto llevaba residuos y materia que mataba a las especies.
¡Había llegado tarde y la naturaleza lo resentía!

Mientras tanto el anciano esperaba y miraba al cielo suplicando un milagro… de pronto un águila dejo caer la chamarra de Alberto cerca de él.
Tomo su bastón y con su cansado cuerpo camino a la cima del Urucum, y encontró a Alberto muerto... ¿por qué no le había hablado de los riesgos al olerlo?
Alberto había inhalado el hedor de los hongos.

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Autores
Lidia Trinidad Sánchez Gutiérrez (México)
Beto Brom (Israel)

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*Registrado Safecreative N°1703211196195
*Imagen de la Web c/texto anexado
*Música de fondo: Liver Better Media



martes, 27 de junio de 2017

Sentimientos en reposo





Suspendido en aguas perdidas
como los desiertos, el ave busca su reflejo.
El farol añora siluetas de enamorados.
Soledad en medio de nueves pródigas de lluvia.

**
Como esperando, quizás, alcanzar con sus pensamientos, al oasis salvador. No pierde sus esperanzas y lucha para llegar y lograr saciar la sed de amar que lo abruma.

**
Brumas acompañan su pesar de cuerpo cercano a día, restando anhelos en medio de pensamientos atrapados por lo pasado, buscando ahora ir tras el futuro.

**
Cantan los poetas oraciones a la luna, esa luna que acobija el amor entre los enamorados, bogando en aguas tranquilas...reflejando, quizás, esa unión tardía, ese acorde que tal vez jamás llegue.


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Autores

Lorena Rioseco Palacios (Chile)
Beto Brom (Israel)


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*Registrado/Safecreative N°1701280462241
*Imagen de mi autoría
*Música de fondo: Máximo Spodek/Contigo


Secreto



Sara, todas las tardes se escapaba de su casa con algún pretexto. Le favorecía que era devota cristiana y ayudaba mucho en la Iglesia. Vivía en una rutina apresurada para ganar tiempo. Sabía que alguien la esperaba, que la necesitaba urgentemente como punto de apoyo, consuelo y sustento.

Caminaba presurosa, asustada como si la vigilaran y se aliviaba cuando por fin alcanzaba el callejón estrecho de viejas casas que la conducirían a Virginia, su nieta, que para la familia y amistades, estaba muerta. Aprovecharon su último viaje a Madrid, para traer unas supuestas cenizas  por un accidente vial.  Pacto convenido para ocultar su estado de gravidez, dado que su padre chapado a la antigua no le perdonaría ese error y seguramente, al nacer el  niño, lo regalaría o mandaría a matar.

Alcanzó por fin a tocar la puerta de Socorro, una vieja amiga que le acogió mientras salen del trance en que se encuentran, entre el susto, el suspenso y la desesperación, aunado a la tristeza porque su novio Gabriel,  fue a la guerra y lamentablemente regresó en un ataúd, quedando en el aire las promesas de ese gran amor, de una estabilidad, casamiento, aun en contra de Francisco, su estricto y amargado padre quien  vive al pendiente de los convencionalismos sociales más que de lo que sentían los integrantes de su familia.

Socorro abre de medio lado la puerta y al ver que era Sara, la manda  pasar rápidamente. Entra sigilosa y en medio de la sala ve a un caballero muy elegante. Su mirada inquieta, hace que Socorro le explique que es un  sobrino que terminaba de llegar de Austria y que venía en son de actividades comerciales. Razón por la cual, se iba a quedar una larga temporada.

Después de las presentaciones….nuestra asombrada Sara, no deja de percibir que su nieta no saca sus ojos, de aquel apuesto joven, que con sus correctos modales y una labia que envolvía a los presentes, relató a grandes rasgos el motivo de su llegada al país. Entre otras reveló que necesitaría alquilar un pequeño departamento, pues no desearía ser una carga para su querida tía.

Después que el sobrino se retiró a la habitación recibida, para acomodarse, las mujeres aprovechan el momento para hablar de la situación engorrosa de Virginia, quien reconoce que tal vez fue un error el encubrir su embarazo, pues con la ya próxima llegada del vástago sería imposible continuar con la farsa, y ahora, más  con otra persona más en la casa, quien sin quererlo se convertiría en un cómplice del secreto, pues Socorro, había puesto al tanto de los acontecimientos a su sobrino.
Entre palabras y palabras, manipularon una serie de posibilidades…y por último decidieron tomar una arriesgada solución, revelar a la familia la verdad, y atenerse a las consecuencias. Ahora deberían resolver quien se animaría a enfrentar a Francisco…y en eso estaban cuando reapareció Gustav, el sobrino, quien alcanzó a escuchar la última parte de la conversación y largó al aire…

   -Yo me podría encargar del asunto, no tengo problemas, lo que si debemos fabricar un plan para justificar mi presencia y razón de ser yo, quien le dé la noticia, ¿Qué se les ocurre?

Las mujeres se miraron entre si y sus rostros demostraron sorpresa. La verdad que no habían pensado ni imaginado que Gustav se prestaría para ayudar a medio resolver esta engorrosa situación que se tornaba más que preocupante, angustiosa. Las tres se sentían como en un laberinto o un túnel sin salida  De pronto, sus rostros se iluminaron ante la voluntad, bondad, espontaneidad, sinceridad, complicidad del sobrino de Socorro.

Después de mucho conversar, acordar y concretar, decidieron que Gustav se presentaría en la casa de los padres de Virginia y que explicaría la situación  y consecuencias de sus inventados amores, como una forma de tapar el error, la muerte del padre del niño, honrando de esta forma a la susodicha que no contaba con lo que se suscitó y tiró por la borda los bellos planes que tenía la pareja.

Lo cierto es que nada se da o hace desinteresadamente; resulta que Gustav, bien preparado y asesorado por su padre, avezado empresario, con larga y comprobada experiencia, siempre recalcaba a su hijo, que en todo momento, deben aprovecharse las oportunidades que se aparecen en el camino, y lograr sacar tajada en cada situación de la vida. Al comprobar la complicada encrucijada que deberían afrontar la amiga de su tía y su nieta, captó en el aire como ayudarlas y a la vez, salir beneficiado, interviniendo como enlace y promotor de una conciliación entre los miembros de la compungida familia.

Se concretó un primer encuentro entre los padres de Virgina y Gustav. Éste se presentó en la casa de don Francisco, y luego de los saludos correspondientes, abarcó, sin grandes preliminares, la exposición de los hechos. Francisco y su señora, asombrados por los datos, no podían dar crédito a la revelación escuchada. Gustav, en forma pausada, trató de apaciguarlos. 
En un primer momento, ellos fueron reacios, pero la insistencia del proveedor de la buena nueva, logró finalmente, convencerlos de aceptar los hechos y recomenzar una nueva etapa. Y luego de concretar el encuentro de toda la familia, para el día siguiente, agradeció la buena disposición de los padres y abandonó el domicilio. Mientras regresaba a la casa de su tía, contento con el éxito de su labor, su mente comercial comenzó a elaborar los pormenores de su plan.

Ya se había logrado lo más difícil en el primer paso, cuestión que generalmente resulta imposible. Su poder de convencimiento, frente a su labia, presencia, educación y buenos modales, se amoldaba a las costumbres y tradiciones de esa familia. Por encima de todas las cosas apremiaba la honra de la joven ante el qué dirán, las apariencias y el convencionalismo.
Gustav llegó contento a la casa de su tía Socorro, les dio la buena noticia y todas respiraron profundamente como en gesto de alivio ante tremenda preocupación.

Empezaron los acuerdos en varias visitas consecutivas de Gustav con los padres de Virginia, primeramente; para reaparecerla después de la anunciada muerte y para ello inventaron que las cenizas enviadas no eran de ella, que llegaron por equivocación de la morgue, porque en ese accidente también había fallecido otra joven y que Virginia padeció de una leve pérdida de la memoria por los duros golpes que sufrió al producirse el choque, generando contratiempos, espera y demora para que alcanzara su verdadera lucidez.

Mentiras que se vuelven un rollo pero que favorecen a los interesados convertidos en actores trágicos.



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Lo cierto es que, en aquellos días Virginia y Gustav se encontraban atareados con los preparativos nupciales. Entre risas y acotaciones al margen, estaba la flamante pareja ocupada en la confección de la lista de invitados; eran momentos de euforia acompañados de alegría, ante el gran paso a efectuar, Gustav aprovechó la ocasión para compartir con su futura compañera de la vida, una idea que ya hacía unos días trataba de consolidar, y deseaba que ella opinara participando así en sus dudas y por menores.

Y este era el proyecto: formar una empresa familiar, a semejanza de la que estableció su padre en Austria, pero esta vez, aquí junto al padre y hermanos de Virgina y quizás algunos primos cercanos que quisieran participar en la misma, que estaría dedicada a la construcción, ramo en el cual el poseía grandes conocimientos, y que además, en su momento, podría asesorarse con su padre.

Sin duda, una vida placentera y un asegurado futuro aguardaban a la feliz pareja.

Y se vuelve a cumplir aquello de…”No hay mal, que por bien no venga”


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Autores
Trina Mercedes Leé Montilla de Hidalgo (Venezuela)
Beto Brom (Israel)

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*Registrado/Safecreative N°1703271259540
*Imagen de la Web c/texto anexado

*Música de fondo: Isaac Albéniz/Granada(serenade) –A. de Larrocha, piano


Rocíos del sentir




Rueda impertinente y sonora sobre la seda de la almohada, dejando una huella cargada de historias...

Un rayo de luz soñoliento corteja su talla, como arrobando sentimientos.

Y un manantial de recuerdos se suelta...las noches junto a los leños crepitantes invadiendo las sombras y convocando al romance creativo que las musas auto convocadas derraman.

Arrebatos inducidos logran conquistar, tramo a tramo,  el sinuoso trayecto de aquella vivencia, grabada como huella en la arena, frente al mar que seduce con el clamor de sus olas.

Pasional e impactante nacida de los sentimientos más profundos y pavorosos, pero también de  los más sutiles y sagrados. Siempre presente, en forma de manantial o de fina llovizna, acompañada de un sollozo o de una carcajada espontánea. Ésta cargada de rímel, trae alegrías que se agolpaban contenidas de callada espera y que transitaran por los pasillos de la distancia y la duda. Hoy borda amorosa ese retazo de tela, evidenciando su existencia.

Añoranza de una vivencia que como hilos de plata dibujan escenas de regocijo, éxtasis de un amor consumado.

Y una calandria dibuja en el azulado manto del alma, la delicada brisa que marca su presencia.


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María de los Angeles Roccato (Argentina)
Beto Brom (Israel)

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 *Registrado, Safecreative N°1403120343320

*Música de fondo:  TCHAIKOVSKY /de Florence/Janine Jansen