domingo, 17 de junio de 2018

EL MISTERIO DE LAS PIEDRAS MARINAS





Por fin llegaron las anheladas vacaciones… ¡tanto esperarlas! A los niños les encanta la playa. Así que hacia allá van todos admirando la carretera y los paisajes contrastantes mientras conversan amenamente y de vez en cuando el padre da un regaño para que no estén tan inquietos.

Bajando una hondonada apareció el mar con su amplitud maravillosa, llenando los ojos del color azul diseminado a su antojo. Estacionaron, descendieron del automóvil y empezaron a buscar una posada. 
Encontraron una muy acogedora, sencilla, con amplios corredores y una gran habitación con dos camas matrimoniales, más que suficiente para la pareja y los dos infantes. 
Llamaba la atención la originalidad en la decoración, porque todo era de cemento: cama, peinadora, bancos para sentarse, porta maletero, lavamanos y las cortinas eran country con telas floreadas que también cubrían el techo terminando en el centro con un colgadero y un lazo… Lo que más llamaba la atención era que cada dormitorio tenía un nombre de poeta y el sitio refería en un gran cartel: El Nidal de los Sueños…

Federico y Francy estaban admirados y contentos igual que América y Pablo, sus padres.  Mientras éstos ordenaban las cosas que trajeron, los niños salieron  corriendo a la orilla de la playa. De lejos se oían sus risas y gritos: mami, mami, ven, ¡mira esto! Y si… estaban recogiendo aparte de palitos secos, caracoles, unas figuras caprichosas que eran de piedra negra y por eso: semejaban el hierro forjado. A los insistentes llamados de Pablo, regresaron cargados de esos objetos, colocando varios en la mesa central de la sala de estar y otros llevaron a la habitación, acomodándolos alegremente, dentro de una cestica.

Ya tarde de la noche, conversaban amenamente con varias familias que estaban hospedadas allí. 

De pronto, una joven que se bamboleaba  en una mecedora, pegó un grito. Todos corrieron hacia ella. Estaba bañada en sangre, cuando la revisaron bien, vieron que tenía incrustada en el cuello, una de las piedras negras que habían colocado los niños  en la mesa de ese espacio.

Al llegar la policía y la ambulancia, la dieron por muerta. 

Comenzó a imperar la inquietud, temores y formulación de incógnitas. ¿Cómo llegó ese objeto al cuello de la joven?, ¿Quién lo lanzó?, ¿Por qué  nadie se percató de su presencia?, se encontraba en el lugar, ¿era uno de los presentes?... A la angustia, asombro, se anexó el miedo más la incomodidad de los interrogatorios legales. Casi no durmieron y la conversación no cesaba de girar sobre este tema.

Al otro día, Federico fue el primero que se despertó y salió hacia la playa a observar todo, y vio que habían más figuras de las que había recogido y pensaba en su fantástica imaginación: ¿Será que son mágicas, asesinas? ¿O como un carro manejado a control remoto?... siguió caminando y  su madre lo vio desde arriba, le dio voz de alerta para que se quedara quieto y la esperara. Bajó precipitadamente para alcanzarlo mientras él se encontraba frente a una colosal piedra que en su centro tenía la apertura de una cueva  Su curiosidad fue más grande que su obediencia y entonces sin dudarlo entró…

América llegó hasta allí corriendo, pero no encontró la abertura por la cual vio entrar a su hijo…frente a ella estaba aquella piedra fría, inmóvil, de extraño color negro… sintió que estaba allí como desafiándola, la desesperación la invadió, la golpeó con sus puños cerrados, era inútil, era solo una piedra, que pretendía… Corrió hasta la posada en busca de su marido…

En esos momentos Pablo se acercó al ventanal y vio que América corría hacia él, gritando y agitando las manos, asustado salió a su encuentro…

   -¿Que pasó, porque estás tan desesperada?
   -Federico desapareció…¡¡¡la piedra se lo tragó!!!
   -¿Qué piedra…de qué hablas? ¿Dónde está Federico?

América, empezó a balbucear unas palabras y cayó desvanecida en los brazos de su marido.

A todo esto, un grupo de turistas aparecieron motivados por los gritos, la curiosidad los atrajo, ¿Qué son esos gritos, qué estaba pasando?...

Apareció el gerente del establecimiento y acercándose al huésped que estaba sosteniendo a su mujer… trató de ayudarlo para entrarla dentro de la posada.

Corriendo como una ráfaga Francy llegó hasta ellos…al ver a su madre sin conocimiento, gritó… ¿También se murió? Ohhhh, papi no puede ser…se aferró a su madre y rompió en desgarrador llanto.
Pablo trataba de reanimar a su esposa…a los escasos minutos ella comenzó a despabilarse y logró volver en sí.

   -Querido, vamos a la playa, busquemos a Francisquito…ayúdame a encontrarlo- alcanzó a decir estás palabras, se reincorporó con dificultad, tomó una mano de su marido y empezó a correr hacia la playa arrastrándolo tras ella.

La angustia flotaba en el ambiente. Todo se sentía denso y pesado. Nunca se hubiesen imaginado esta tragedia. Las lágrimas corrían por las mejillas de los padres y hermanita. Buscaban y buscaban, llamaban y llamaban y sólo se oía como respuesta los ruidos característicos del mar. Pasó toda la mañana, parte del mediodía y nada. Desesperados regresaron a la posada a comer algo pues no habían ni desayunado.

Mientras tanto, Federico asustado se encontraba en otro mundo dentro de esa piedra. Era algo maravilloso, lleno de gran colorido y bastantes  animales marinos que después de tantos recovecos, muchos de ellos, formaban dos grandes filas de derecha a izquierda precediendo un gran trono donde se encontraban una sirena con su pareja, deduciendo que eran los reyes de ese sitio. La sirena le preguntó a Federico, con una voz suave y armoniosa:

   -¿Por qué entraste sin permiso a esta cueva?
El super asustado, respondió:

   -Lo hice sin pensarlo, fue algo instintivo.
   -Ah pues... ¿no sabes que la curiosidad mató al gato?
   -Bueno, ese refrán lo dice mi mamá, pero en verdad, no sé qué significa.
   -Quiere decir, que ahora te vas a quedar castigado aquí, hasta las seis de la tarde que se vuelve abrir esta cueva.
   -¡Oh, Dios!, pero mi madre debe estar muy preocupada, ella venía corriendo a buscarme.
    -¿Tienes hambre?
    -Pues sí, pero yo solo me quiero ir.

Se lo llevaron a una cocina–comedor gigantesca, con ventanas de vidrio desde donde se veían las maravillas de las profundidades del mar. Desde fuera un tremendo pulpo le guiñaba un ojo... y eso le causó risa. Le dieron sardinas asadas con arepas. Lo atendieron con mucha cordialidad, mientras observaba el orden, disciplina y bondad de esos animales, así que no podía ser ninguno de ellos el asesino, porque ya lo hubiesen matado a él.

A todo esto, la gente de la posada, se unió a la búsqueda de Federico y ¡nada! Así que decidieron hacer guardia frente a la piedra; los únicos que no se despegaron de ahí, eran los padres y la hermanita. Los demás subían y bajaban buscando avío para compartir con cafecito caliente.

De pronto, a las seis de la tarde, todos quedaron boquiabiertos...allí cerca de la piedra mágica reapareció Francisquito, sus facciones denotaban tranquilidad, una sonrisa cubría sus rostro, al verlos salió al encuentro de sus seres queridos.

¿Qué te pasó…donde te escondiste?...estamos preocupados… ¿Estás bien?...

Estas y otras preguntas lograron marear al deseparecido, quien trataba de relatarles la vivencia que había tenido;  fueron acercándose muchos de los turistas, también el propietario quiso saber más detalles de los ocurrido.

Mientras estaban escuchando asombrados la increíble anécdota del muchachito, no se percataron de la gran ola que se estaba formando allí en el mar cercano.

Un ruido ensordecedor proveniente del mar los interrumpió…todos volvieron sus miradas…una impresionante masa de agua se levantó frente a ellos…no atinaron a nada, en segundos toda la costa, ellos incluidos, quedo cubierta por ese tumultoso mar que, en su idioma, respondía.

Todo se perdió en la nada, la naturaleza desafiante y enojada arremetió sin dejar chance a que Francisco terminara de contar su vivencia, ni siquiera de saber a ciencia cierta quién mató a la jovencita de la mecedora...

No en vano aquél lugar se llamaba…”El nidal de los sueños”

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Autores
TRINA MERCEDES LEÉ MONTILLA DE HIDALGO (Venezuela)
BETO BROM (ISRAEL)

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*Registrado/Safecreative N°1711214898411
*Imagen de la Web c/texto añadido
*Música de fondo extraída de Youtube

BRUJERÍAS Y OTRAS YERBAS



Hay paisajes que tienen magia, su belleza natural, deslumbra recreando la mente y el espíritu. Cada región de cualquier país, tiene sus propias características, con sus creencias y tradiciones, que forman en conjunto, el folklore. 
Así se riegan por pueblos y caseríos, los cuentos de camino que a veces son producto de la imaginación, de lo que corre de boca en boca, de generación en generación, o suelen ser producto de la propia realidad.
Los páramos andinos subyugan entre bosques tupidos de pinos y frailejones, entre otras variedades, intercalando con la neblina, el frio agradable, los riachuelos cantarines, que nacen y se bifurcan con el paso del tiempo y los movimientos terrestres.
En el Salado Alto, a orilla de carretera, entre muchas casas, destaca la de Manuel Enrique por sus bellos jardines, una fuente gigante.
Cerca vivían unas vecinas que decían que eran brujas y muchos visitantes afirmaban que veían duendes.
En el cuarto de Manuel, se oía una bulla como el ruido que produce el papel celofán cuando lo manipulamos. Al frente de la ventana de esa habitación quedaba un corredor con dos mecedoras que se movían y chocaban contra la misma. Manuel pensaba que era la brisa o los gatos callejeros.
Una noche se acostó y al rato sintió que tenía un peso encima de su cuerpo que se movía y jadeaba. Del susto y con la fuerza que tiene, trataba de quitarse ese peso, pero no lo lograba.
Intentó gritar para que oyera su madre y no le salía la voz.
Era inútil todo el esfuerzo que hacía... ya sentía que lo estaban ahogando cuando por fin, pudo darle un tremendo manotazo y se sintió liberado de la presión asfixiante.
Un golpe seco se escuchó en el piso y luego una estela de humo se escapó por la rendija del techo... ¡¡¡tremendo susto!!!

Desde ese día, Manuel fue, noche a noche, víctima de pesadillas que atormentaron su vida; la falta de descanso influyó en su quehacer diario, al punto tal que se convirtió en un hombre huraño, de carácter agresivo. En el trabajo, sus amigos se alejaron, no era persona que agradaba su compañía, muy por el contrario, rehusaban acercarse.
Inclusive Palmira, con la cual había comenzado una cierta cercanía especial, se alejó de él, y en la última semana, rechazó una invitación para encontrarse a tomar una copa después de las horas de la oficina.
Los sueños macabros continuaron, sus noches se convirtieron en un verdadero suplicio. Su madre fue con su preocupación a consultar al Dr. Joseph, médico de la familia. Luego de escucharla decidió hacer una visita a la casa, y allí tratar de conversar con Manuel.

En un primer momento, al enterarse de la visita inesperada, anunciada por su madre, rehusó recibirlo, no obstante le merecía un gran respeto y sentía admiración por el facultativo, que con sus años de experiencia se supo hacer querer por todos sus pacientes y amigos.
El avezado doctor, escuchó por boca de la madre, la negación…ignoró la respuesta, y sin ninguna clase de temor, irrumpió en la sala principal donde se encontraba Manuel.
    -Muy buenas, Manuelito, ¿estás ocupado?, quisiera conversar contigo…
Manuel se sobresaltó al ver al médico, no esperaba tal intromisión, dudó en un primer instante…sus facciones mostraron sorpresa…balbuceó unas palabras…levantó su diestra en señal de amenaza dirigida al doctor y con voz fuerte exclamó: ¡¡¡Fuera de aquí!!!
El Dr. no le hizo caso, sabía que no era el mismo desde que le salió la bruja. Ese cuento lo sabía el pueblo entero.
Como dice el adagio: pueblo chiquito infierno grande... así que con su psicología lo dominó y éste cambio de actitud aceptando la conversación, en la que el galeno muy inteligentemente le sacó todo lo que deseaba saber para poder tratarlo a nivel psicológico, emocional y físico.
En el fondo, el Dr. se dio cuenta que necesitaba también ayuda de un sacerdote, vidente o parapsicólogo, porque no era normal lo que sucedía y menos por tanto tiempo, que hasta estaba minando la salud, ánimo y deseos de vivir.

Esa noche le salió nuevamente la bruja, era una constante persecución y acoso. Ya no llegó con actitud agresiva, por el contrario, se apareció como un bombón, hermosa y radiante y Manuel no podía creer lo que estaba viendo.
Las insinuantes curvas lo atraían pero se acordó de lo que dicen: que si una bruja hace el amor con un elegido, este se muere... así que abrió la puerta del closet y sacó un frasco con agua bendita que ya tenía preparado por si las moscas.
Rápidamente la roció con ella y la bruja se volvió humo, mientras rasgaba la noche con sus fuertes alaridos... sólo se percibía un olor a pólvora.
Desde ese día Manuel, no obstante las reincidentes visitas de la nueva diva, quien, con su afán de entregarse de pleno, noche a noche hacía hasta lo imposible para convencerlo de aceptar dejarse llevar y emprender un sugestivo juego en el cual entrelazarían sus cuerpos y mentes con el fin de lograr un éxtasis que los transportaría a un mundo mejor…luchaba con todas sus fuerzas para no caer, una vez más, en las garras ahora disfrazadas de sexuales manos que le sugerían vivencias paradisíacas que desbordarían en una alocada lujuria.
Pasaron las noches, volvieron los días….

El avezado Dr. Joseph, reconoció, pues los hechos no le permitían encubrir sus pensamientos, que el caso de Manuel, era un estado extremo de auto-convencimiento, influenciado por quizás agentes internos que lo doblegaban al punto tal que le impedían actuar con libre raciocinio. Teniendo en cuenta las creencias religiosas de la familia, optó por vislumbrar la posibilidad de recurrir al párroco del pueblo, pues cabría la posibilidad de que su paciente estaría poseído por un alma diabólica, y la arriesgada solución sería llevar a cabo el llamado exorcismo.
La madre de Manuel recibió asombrada la proposición del médico, no entendía, mejor dicho, no aceptaba la idea de la gravedad del estado de su hijo, y en un momento de alteración, que más tarde lamentaría, se negó rotundamente a ello. Recordaba la película del exorcista y no deseaba que su hijo pasara por cosas parecidas a esas escenas diabólicas. Así que el médico respetó su decisión aunque no estaba de acuerdo y el sacerdote fue solamente a bendecir la casa para alejar las influencias negativas.

Una vecina, conversando con ella, mientras tomaban café, le empezó abrir los ojos a la madre de Manuel, y le dijo que pensara en las brujas, Eloína, Felícita y Ofelia, que vivían cerca de su casa y se la pasaban atendiendo clientela que venía de diferentes lugares, y que a ella le constaba que Felícita, a pesar de ser casada, estaba enamorada de Manuel... así que, ni lerda ni perezosa, encaminó sus pasos rumbo a la casa embrujada, como la llamaba todo el pueblo.

A todo esto, Manuel, desesperado por su estado, que lo atormentaba en sus momentos de lucidez, que cada día que transcurría eran menos, tomó una decisión, no estaba seguro pero comprendió que no tenía otra alternativa.

Fue a la casa del Dr. Joseph. Después de unas breves palabras le refirió la resolución que había tomado. El médico, aun sabiendo que aquello no sería aceptado por la madre de Manuel, no perdió más tiempo. Consideró que estaban en una carrera contra el tiempo. Le informó a su paciente, que viajarían a una comarca vecina, donde residía un viejo colega que era experto en el exorcismo y con seguridad no se opondría a brindar su ayuda.

Ese invierno fue duro, muchas cosechas fracasaron, los agricultores lamentaban y compartían sus penas con sus pares.

La vida continuaba su rutinario quehacer, salvo en la oficina donde trabajó Manuel, que había sido reemplazado por un joven bien apuesto, llegado de la capital que en forma rápida logró, sin esfuerzo alguno, conquistar a la mayoría de sus compañeras del trabajo.

Pasaron los años. 

Una gran cantidad de gente, no solo local sino también de los pueblos lindantes se habían congregado en el cementerio para despedir los restos de la que fuera en vida la madre del famoso mago e ilusionista Manuel Enrique, personaje conocido y de reputación mundial quien quedó atrapado en su propio arte.

Minutos después de terminada la ceremonia, Manuel espero a que se retiraran todos los que llegaron a despedir a su querida madre. Sin dudarlo, caminó unos pasos hasta encontrar la tumba del que fuera su médico, amigo y salvador, el sin igual Dr. Joseph. Se inclinó, y casi murmurando lo saludó y reiteró su sincero agradecimiento por la ayuda recibida y por haber mantenido en secreto el proceso de transformación que había logrado. Si, hoy era otra persona, aunque con el mismo nombre de aquel Manuel que un día partió hacia el mundo de las tinieblas.

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Autores

Trina Mercedes Leé Montillas de Hidalgo (Venezuela)

Beto Brom (Israel)


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*Registrado/Safecreative N°1805287207604

*Imagen de la Web c/texto anexado

*Música de fondo
: Apocalipto, by Christian Fernández