Era una de esas mañanas calmas, la
naturaleza se ofrecía en todo su esplendor, el sol hacía solo unos instantes
había comenzado su labor... El joven pastorcito ya junto a sus compañeras,
decidió cambiar de ruta ese día, -los cambios dan gusto a la vida-, se dijo, y
ya bien decidido, una sonrisa adornó su rostro y arrió su rebaño hacia el
camino que rodea la colina, el mismo que bordea el Arroyo Grande.
Pancho y Linda, sus dos perros, no
entendieron la orden de Pascual, pero al ver que el patroncito enfilaba para el
lado del agua, y las cabras lo seguían, no tuvieron otra que imitarlo,
-veremos, veremos-, murmuraron entre ellos, y fueron detrás de él...
Sentada en la otra margen del
arroyo, Camila trenzaba su brillante cabellera enmarcando la belleza y el
resplandor de su rostro... Hacía muchos años que no venía a visitar a don Bruno
-su abuelo- que vivía en esos parajes desde que había enviudado... Pascual
quedó sorprendido ante la presencia de la niña a quien no reconoció en un primer
momento... Pero al oír su melodiosa voz entonando una canción, le resultó
familiar y sintiendo el propio latir de su corazón pensó: -Camila ha
regresado-...
No quiso correr el riesgo de quizás
molestar... Decidió continuar con el pastoreo, que era imprescindible, y
resolvió que al regreso, se daría un buen baño e iría a visitar a su vecino
Bruno, que de verdad hacía mucho que no llegaba por allí.
Mientras las cabras estaban
ocupadísimas en sus quehaceres, no pudo desligarse de sus pensamientos sobre
aquellos días de su no lejana infancia, que repiqueteaban en su recuerdo...
Días felices...Camila, su amiguita correteando con sus largas trenzas al vuelo,
y él tratando, en vano, de atraparlas...Y el juego de las escondidas... Nunca
podía encontrarla, y ella en cambio, lo hacía en un primer intento... Notó que
una sonrisa aparecía en su rostro.
Llegó el atardecer con sus rubores
contrastando con el verde de la campiña cuando Pascual apareció frente a la
casa de don Bruno. Vestía sus botas marrones, sus jean gastados, su infaltable
sombrero que le ensombrecía sus ojos celestes dándole calidez a su mirada...
Como cada tanto pasaba a tomar un brandy con su vecino al que le unía el amor
por la naturaleza y la soledad del campo...
Don Bruno está sentado en el porche
y saludándolo amablemente le dice:
-¡Pero como anda amigo tanto tiempo,
que alegría verlo por estos lares!-
Por el gran ventanal entraba la luz
del sol que iluminaba el ambiente rústico de la cabaña...
Camila se encontraba recostada en la
estancia leyendo un libro de aventuras, tema que siempre la fascinaba. Al
escuchar a su abuelo, dejó el libro, se levantó y fue apresurada a recibir al
visitante.
Los dos amigos se estrecharon en un
cálido abrazo... Se miraron de arriba abajo, cada uno más asombrado que el
otro, volvieron a reencontrarse en otro efusivo abrazo... Don Bruno no cabía en
su alegría...
-Que contento verlos tan entusiasmos
por el encuentro, después de tanto tiempo, ¿verdad?, Adelante, adelante,
siéntate con nosotros y cuéntanos de tu vida, que planes tienes para el futuro,
en fin...
-No tengo mucho que contar sobre mí-
contestó Pascual - todos los lugareños de la zona, tranquilos que pueden
confiar en mí y sin vacilar me entregan en custodia sus rebaños, pues bien
saben mi adoración por las cabras, y así paso mi sencilla vida, entre montes y
colinas, gozando y deleitando los regalos de la madre natura. En cuanto a mi
futuro... Hummm... Quizás, me llegue hasta la gran ciudad y encuentre alguien
que -bueno, ya estoy divagando como es mi costumbre- pues claro, de tanto
tiempo estar acompañado con mis pensamientos solo mi amiga la sombra sabe de
mis sentimientos. Pero, de seguro, tú, mi querida Camila, tendrás lo que
contar...
La vida de Camila había tomado un
rumbo diferente en cuanto inició sus estudios superiores... Ella como Pascual
amaba los animales y desde la perdida de sus padres volcó sus expectativas en
estudiar la carrera veterinaria para luego regresar al campo con su abuelito
para así retribuirle en sus últimos años todo el amor que don Bruno había
sabido ganar en su vida y en la de sus padres...
Luego del humeante café que bebieron conversando pasaron las horas entretenidos con las anécdotas de Camila en la gran ciudad y sus sacrificios para lograr finalizar sus estudios, donde no hubo lugar para desarrollar una vida sentimental ya que en su corazón solo existía un lugar que estaba ocupado por el recuerdo de Pascual, sin saber definir exactamente si era amor o amistad ya que ella nunca había tenido novio...
Luego del humeante café que bebieron conversando pasaron las horas entretenidos con las anécdotas de Camila en la gran ciudad y sus sacrificios para lograr finalizar sus estudios, donde no hubo lugar para desarrollar una vida sentimental ya que en su corazón solo existía un lugar que estaba ocupado por el recuerdo de Pascual, sin saber definir exactamente si era amor o amistad ya que ella nunca había tenido novio...
El pícaro don Bruno, pispiando un
quizás futuro de unión entre los jovencitos, tomó la iniciativa, aprovechando
su edad...
-Los escucho y no salgo de mi
asombro, las mismas inquietudes y cada uno de ustedes solito en su campo, les
sugiero salir a pastorear juntos y recordar vivencias...
-Mire usted, don Bruno, ¡las cosas
que se le ocurren! Pretende que toda una doctora acepte tal extravagancia, ja,
ja, ja...
Pascual, rápido era en sus
pensamientos y se dijo que pensándolo mejor en una de esas... Y sin dejar de
pasar la oportunidad, miró a su amiga y dijo:
¿Dime Camila, te agradaría
acompañarme mañana a llevar mi rebaño al monte?
Eran las ocho de la mañana y la
calidez envolvente inundaba la cabaña de don Bruno mientras se desperezaba
sentado en su mecedora sentado frente a la ventana por donde entraban los
primeros rayos de sol y el verde de la campiña lucía en su esplendor ante sus
ojos...
Camila preparaba el omelette
preferido de su abuelo mientras saboreaba una tacita de café y se apresuraba
para llegar puntual a su cita...
Estaba tan emocionada como en sus
años de infancia cuando juntos trepaban por los árboles tal vez para acomodar
algún nido de gorriones que el viento había derribado en la última tormenta o
iban a la orilla del río a juntar mojarritas...
Pero ahora debía enfrentar el
momento de comunicarle a su amigo que el fin de sus vacaciones era eminente, ya
que debía regresar a la ciudad para acudir al llamado de una propuesta de
trabajo en la clínica veterinaria que había respondido a su solicitud...
Al escuchar el típico repiquetear de
un cencerro, supo que Pascual y su rebaño ya llegaban al montecito cercano,
saludó con un -hasta luego- a su abuelo y emprendió la subida para
encontrarlos.
-Que contento verte, Camila, te
confieso que muchas veces soñé con un momento así... Quizás te parezca que
exagero, pero créeme que no te miento, es más creo que...
-No sigas, por favor, me confundes
con tus palabras, no te conocía tan melancólico, vamos, vamos, no me hagas
ponerme molesta, pues no sabré que responder.
-Sólo comparto contigo, mis
sentimientos, como siempre lo hacíamos, ¿recuerdas como era de niños?
-Por supuesto que recuerdos y vivencias
vuelven a mi memoria, pero no debemos llevarnos por impulsivos arranques de
nostalgia, ha pasado tiempo, la realidad es otra, en lo que a mí respecta, no
sé si me entiendes...
-Nuestra amistad es lo que vale, o
es que no piensas así...
Camila entre el gentío de la
estación abordó el tren de regreso a la ciudad... En su alma llevaba el triste
recuerdo de su último encuentro con Pascualito cuando debió confesarle que sus
sentimientos eran confusos y agudizaba su tristeza el pensar en su abuelito que
acusaba el paso de los años...
Acomodó su equipaje y se sentó del
lado de la ventanilla para poder saludar a los dos hombres que quedaron casi
perdidos en medio de la multitud de los pasajeros que van y vienen en esa época
del año...
En su mente anidaban recuerdos
felices y pensamientos inciertos de una nueva etapa de su vida y sus
responsabilidades
Fue cruel pero creyó ser sincera en
aquel momento, no podía mentirle amor a su amigo de la infancia a quien siempre
quiso como al hermano que no tuvo... Pero bien en el fondo de sus pensamientos
se agitaba la duda y la emoción de saber que él la amaba...
¿Serían sus sentimientos encontrados
o en realidad era amor lo que sentía ahora que debía partir?
El tren comenzó su marcha y vio como
se iba alejando de la figura de los dos hombres inmóviles que la saludaban
desde el andén...
De pronto se levanta de su asiento y
arroja el equipaje por la ventana, corriendo como una loca por el pasillo
mientras los pasajeros se voltean a verla y grita: ¡Pascual!
Él al ver la actitud de ella corre
para recibirla entre sus brazos don Bruno sonríe rellenando su pipa de brezo,
menea la cabeza, voltea para llamar a Pancho y Linda quienes obedecen moviendo
sus colitas como fieles conocedores del amor... El tren se aleja dejando atrás la
estación del pequeño pueblo mientras ellos abrazados avanzan hacia el futuro
que los aguardaba desde siempre...
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Autores:
Lilian Viacava - Uruguay
Beto Brom – Israel
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*Código 1606278220882
*Licencia: Creative Commons Attribution Non-commercial No Derivatives 3.0
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*Imagen
propia
*Música
de fondo: Melodías campesinas sudamericanas/Máximo Spodek
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