Un
caserío: “Los Bancos”... Como dicen muchos: un campo con arbustos y pajonales,
vida sencilla limitada por la humildad, sencillez, calor asfixiante, pobreza
extrema, con pocos habitantes que se conocen todos y se ayudan entre sí. Con un
molino a mitad del camino, donde la gente va a buscar agua y mucha distancia
entre las casas, lo que significa caminar grandes trechos en soledad,
interrumpida a veces por personas en burro o bicicleta para ir hasta la bodega
más cercana que por ser escasa en mercancía la llaman ratonera.
Así
que compran mortadela, sardinas, arroz, chimó o tabaco, entre otras cosas pues
lo demás lo complementan con sus gallinas, huevos, leche de las vacas, quesos y
sueros que ellos mismos preparan… una rutina muy asfixiante para otros que no
vivan allí. Cada quien en lo que medio puede hacer.
Cerca
hay una finca muy grande, dividida para dos familias. Una es la de la maestra
rural enviada por la gobernación y que improvisó una habitación para dar clases. Le tocaban tres primeros
grados de Educación Primaria, por ser Estatal Concentrada. Allí llegaban los
infantes con sus crinejas tejidas y lazos de tiras, o sus pantalones cortos,
mientras se oía el chancleteo de las alpargatas, calzado típico del llanero.
Llevaban de desayuno, una arepa de maíz pelado que sus madres hacendosas les
incluían en sus morrales, después de haber machucado el maíz para sancocharlo y molerlo, afanosa tarea a la que
están acostumbradas.
Marvella,
la dueña de la bodega “El Porvenir”, era muy atenta, cariñosa y alegre. Así que
todas las tardes, se reunían varios vecinos, incluyendo los que estaban de
pasantes, mientras hacían reparaciones para mejorar sus condiciones de vida y
que eran enviados por el gobierno. Las
reuniones se convirtieron en una costumbre y se oía hasta casi la medianoche el
coro de carcajadas confundidos con el chirrear de los grillos y el croar de los
sapos, ante el intercambio de chistes, cuentos de camino y hasta de espantos.
Pasaron
varios meses y Epifanio, uno de los obreros que habían llegado de la ciudad, se
enamoró locamente de Marvella, le declaraba continuamente su amor, pero ella no
estaba interesada, solo lo aceptaba como amigo. Al ver que otros le hacían
ojitos, empezó a sentir unos celos increíbles, que lo llenaban de rabia
incontenible, al apreciar que no era
correspondido.
Unas
semanas después, Marvella decidió cerrar un rato su bodega para ir a visitar a
su mamá. Se puso bien bonita y empezó el descenso hacia el ranchito materno.
Los
vecinos se alarmaron porque no abrió su bodega en la tarde, ni al otro día.
Todos los habitantes del caserío, se reunieron para empezar a buscarla. A esto,
se anexó Epifanio con los otros obreros de la Compañía… pasaron las horas y no
la consiguieron… así que participaron a la policía y un grupo de vecinos
acompañados ahora, con dos uniformados, comenzar esa misma noche a rastrear,
palmo a palmo, todos los alrededores.
A todo
esto, Marvella permanecía inmovilizada a causa de una gruesa cuerda con la cual
su “pretendiente” Epifanio, logró maniatarla a una silla; el lugar sombrío
donde se encontraba, era un viejo y destartalado galpón, dentro de la zona
donde se realizaban las obras de refacciones a cargo del estado provincial.
Todo ello sucedió después de encontrar por sorpresa al susodicho enamorado, en
el camino hacia la casa de su madrecita. Unas palabras, algunos piropos…y
cuando menos lo esperaba, el obrero la sujetó con fuerza, anudó sus manos y la
arrastró, en contra de su voluntad, hacia el galpón mencionado. Por supuesto,
que los gritos y quejas de la pobre mujer, no hicieron mella en el secuestrador
quien le aseguró que nadie encontraría ese lugar, y por lo tanto, le sugería
calmarse y convencerse de la situación. Lo que sí, dejó bien clara su promesa,
que la trataría bien y no tendría ninguna clase de problemas, en la casa donde
la llevaría, de su propiedad, situada en una ciudad lejana, donde residía.
Sueños locos al pretender en su capricho, que el amor puedes ser a juro, pero él pensaba que si no iba a ser para él, tampoco para otro
Entre
tanto, la sorpresiva desaparición de Marvella, dio lugar a muchas conjeturas
que no encontraban respuestas ni solución del caso, por parte de los cuerpos
policiales que se apersonaron en ese campestre lugar: ¿Se la había comido algún
animal salvaje en el camino hacia la casa materna?, ¿Una tragavenado, una
cascabel, un jabalí, un báquiro? ¿Se dirigió al río cercano y se ahogó? ¿Se
escapó con un amante oculto? ¿Se la llevó un fantasma de los tantos que
referían en sus cuentos de camino?
Lo cierto es que pasaron tres meses y nada más
se supo. Todos se resignaron y por los momentos, cerraron el caso.
Durante
ese lapso de tiempo, Epifanio, el enamorado solo, cumplía de lunes a viernes
normalmente con su trabajo en la compañía, sin despertar sospecha alguna y
demostrando la misma preocupación que las demás personas del caserío.
Sin
embargo, uno de los amigos de Marvella, Amadeo, quien también estaba enamorado
de ella, observaba disimuladamente a Epifanio, la intuición le avisaba que
había algo raro en él, y frecuentemente, le entablaba conversaciones, hasta que
le reveló dónde se iba los fines de semana.
Así
que Amadeo, le avisó todos que iba a
trabajar en una finca lejana que quedaba en Guarda Tinajas, pero se fue a
vigilar a Epifanio.
Se
quedó en un rancho abandonado ubicado en las cercanías del solitario galpón que
a su vez tenía en la parte trasera una casita donde el astuto y maligno tipo se
refugiaba, y hablaba con un primo que quedaba a cuido de Marvella y le daba
comida.
Cuando
apagaron las luces, se fue acercando sigilosamente. El sueño había vencido a
los bandoleros después de ingerir bastante licor... en un radio de pilas, se
oía una canción de Gualberto Ibarreto: Ah cuerpo cobarde, cómo se menea, si
trae una pea que Dios se la guarde...
Entonces,
al comprobar que los malignos roncaban, se acercó a la puerta del galpón y con
un pedazo de cabilla logró reventar la cadena... todo estaba tan oscuro, que no
le fue fácil encontrar donde estaba escondida su amada.
Sigilosamente
hurgó entre las piezas del tugurio, hasta que en un camastro destartalado y
sucio, la reconoció…en un primer momento Marvella, no creyó lo que sus
asombrados ojos revelaban…pero si era Amadeo su querido amigo…una sonrisa se
dibujó en su rostro…susurró cuando éste se acercó…
-No
hagas ruido, se van a despertar, shhhhh….
-Quedáte
tranquila, están borrachos…ven dejáme que te libere y salgamos de prisa.
En
unos contados minutos, ambos estaban ya fuera del galpón.
-Apresuremos
el paso, no sea cuestión que nos pesquen, vamos… ¿puedes correr?
-Tengo
entumecidas las piernas, hace tiempo que no camino, pero lo intentaré.
Y allí
fueron enfilando hacia la colonia, envueltos y ayudados por la penumbra.
Al día
siguiente del rescate, todos se congregaron en “El Porvenir”, la bodega era
chica como para albergar tal cantidad de vecinos, todos querían ser partícipes
de la algarabía general, y allí en el centro estaba orgulloso el héroe del día,
Amadeo, desde ese día apodado El Grande, recibiendo las felicitaciones por la
hazaña efectuada la noche anterior.
Marvella
sonreía, agradecía y no sabía cómo responder a tanta amabilidad…colocó unos
cuantos botellones de vino, exclamando… ¡Hoy la bebida a cuenta de la casa!
Por su
parte, Don Rodrigo, capataz de la escuadra de obreros encargados de la
refacciones, dio orden de buscar a los dos supuestos raptores a quienes encontraron durmiendo todavía ante
la tremenda pea y al esposarlos pusieron los ojos como dos huevos fritos. A
empujones los montaron en la patrulla a pagar
sus culpas.
Mientras
tanto, Marvella y Amadeo, al enterarse
de que ya se los habían llevado, se miraban con mayor intensidad que de costumbre
empezando ella a descubrir el nacimiento del amor, mientras recordaba - pensando en el
secuestrador,- una copla que decía su
mamá:
El
enamorado solo
con
agua se desayuna
y se
va para su casa
sin
esperanza ninguna.
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Autores
Trina
Mercedes Leé Montilla de Hidalgo- (Q.E.P.D.) (Venezuela)
Beto
Brom (Israel)
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*Registrado/Safecreative
N°1802135764777
*Imagen
de la Web / con texto anexado
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