PRIMERA PARTE
Al entrar en el viejo establo, el aire de un lejano
pasado colmó sus sentidos, como si una mano misteriosa lograra transportarlo en
el túnel del tiempo.
Silvio caminó despacio, el tiempo nunca fue su
rival, y menos que menos en aquellos momentos.
Dos boxees a ambos lados del angosto pasillo, dos de
ellos ocupados; los inquilinos asomaron sus cabezotas, curioseando con la
mirada, tratando de averiguar quien era
el visitante. El blanco saludó con un exagerado relincho, y pareció hacer una
muesca a su compañero...el ya viejo alazán que sus años eran difíciles de
ocultar.
Al acercarse, acarició a su viejo amigo -el negrito-
el nombre que él mismo le había dado cuando su abuelo se lo regaló en su
cumpleaños de los diez. Con él, había
aprendido a montar... al recordar aquellas vivencias, un nudo se le hizo en la
garganta...volvió a su memoria el accidente, y la larga y nada agradable
convalecencia.
También regaló unas palmaditas a la inquieta potra,
quien demostró, refunfuñando, su malestar, al sentirse menos preciada.
Era notable que todo aquél recinto, había visto
mejores épocas, donde todo brillaba, nada fuera de lugar, limpio y rozagante.
Decidió, que estas vacaciones, también las
aprovecharía, para darle una mano a su viejo y cansado abuelo...y empezaría por
el establo, que buena falta le hacía.
Dio unos pocos pasos...llegó al gallinero, unas
cuantas pollas se acercaron con suma rapidez al alambrado, un espectacular
gallo, no quiso quedarse aislado, apreció la escena como inspeccionando el
ambiente, y se quedó parado, haciendo lucir su rojo y rebosante copete. Deseó
congraciarse con todos ellos, tomo un puñado de semillas del balde colgado en
un rincón de la verja. y se los arrojó como saludando.
Siguió su recorrido...en el galpón inmenso, lugar
destinado a las herramientas, comidas para los animales y toda clase de
elementos en desuso, reinada un desorden muy bien disimulado.
Llegó hasta la huerta, allí llamó su atención que
estaba rebasada de toda clase de hortalizas...reclamaban ser recolectadas con
suma urgencia, otras ya habían renunciado a los pedidos.
Emprendió el regreso a la casa; sin duda, su abuelo
había disminuído la atención a sus requeridas obligaciones, la edad estaba
dando sus destacados aportes.
Don Zelig, lo estaba esperando con un calentito
café, que el mismo lo había molido, y del que siempre se vanagloriaba.
-Llegaste
justo a tiempo, muchachito, el café ya está listo.
Se sentaron en los viejos y descoloridos sillones de
mimbre, ubicados en la galería que ocupaba todo el frente de la casa; los
mullidos almohadones, confeccionados haya tiempo, por las hacendosas manos de
su adorable abuelita Celia, un poco antes de que emprendiera su último viaje,
otorgaban una comodidad muy especial.
-Tengo un
propuesta que hacerte abuelo... pero antes de revelarla, prométeme que lo
pensarás dos veces, no seas arrebatado para responder, como es tu costumbre,
¿de acuerdo?
-Sabes
bien que no soy hombre de promesas, y más a esta altura del partido...pero, veamos,
soy todo oídos, que te traes entre manos...
-Te
explicaré en pocas palabras de que se trata; este mes decidí tomarme un pequeño
receso en mis ocupaciones y que mejor descanso, me dije, que ir a pasarlo con
el abuelo en el campo. Pues aquí me tienes, dispuesto a hacerte compañía, y
después de dar una vuelta por las instalaciones y demás, creo conveniente
ayudarte un poco, ordenando y arreglando todo lo que sea necesario. Siempre y
cuando estés de acuerdo, por supuesto...¿que opinas?
Su abuelo, lo escuchaba sin sacarle los ojos de
encima...apareció una sonrisa en su arrugado y curtido rostro, y sin muchos
preliminares, le adelantó su parecer....
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Agustina se levantó temprano, como era su costumbre.
Se calzó las botas de montar, recogió su larga cabellera y la ató con una cinta
elástica y salió de la casa hacia la caballeriza en busca de su alazán.
Vivía con su madre viuda, en esa casona de campo que
sus padres habían comprado cuando todavía eran novios y planeaban casarse.
A unos cincuenta metros estaba la casita del mensual
que vivía con su esposa y un pequeño hijo de dos años, quienes estaban al
servicio de los quehaceres de la casa y del campo.
Una pareja de perros ovejeros salieron a su
encuentro demostrando todo tipo de cariño
a su ama.
Agustina los abrazó con mucho amor tratando de no
caer por la fuerza de los fieles animales.
Luego siguió su paso hacia las caballerizas que
quedaban retiradas de la casa.
El sol comenzaba a enviar sus primeros rayos tibios
y a sacar de la oscuridad a toda vida del lugar.
Llegada allí, se encuentra con el empleado quien le
tenía su caballo preparado y salió a su encuentro con las riendas en mano.
-Buen día
señorita Agustina.
-Buenos
días Miguel, ¿cómo está tu familia?
-Bien,
señorita, el niño duerme y Mercedes ya colocó el pan en el horno. Para cuando
vuelva, podrá desayunar con pan caliente y recién hecho.
-¡Qué
bueno, me gusta mucho el pan que amasa Mercedes! Es una gran cocinera y todo lo
hace riquísimo.
Mientras el diálogo se daba, Agustina subía a su
caballo utilizando el estribo del lado izquierdo de la silla de montar, en
tanto Miguel sujetaba al animal de las riendas.
Una vez acomodada, mientras el caballo arrogante se movía a un lado y
otro con deseo de emprender la marcha, dijo la joven:
-Miguel,
haré la recorrida de siempre y cualquier cosa fuera de su orden me comunicaré
contigo.
-¿Lleva su
teléfono señorita?
-Si Miguel
- y Agustina comprobó que allí estaba tocando el bolsillo de su corralera- lo
tengo conmigo, ¡hasta luego!...
En el dormitorio matrimonial de la casa, Viviana,
mujer joven y bonita, madre de Agustina, se desperezaba dando vueltas a un lado
y otro sin deseos de levantarse. Pensaba quedarse un poco más en la cama pero
las obligaciones no le permitían darse ese gusto porque se exigía demasiado con
las responsabilidades que tenía y no quería delegar porque no confiaba en
nadie. Robertito, su hijo menor, estudiaba en la ciudad porque no le gustaba el
campo. Su esposo, había fallecido de una enfermedad mortal hacía cinco años,
contraída allí, fiebre hemorrágica.
El joven hijo estudiaba medicina con el fin de
investigar un antídoto contra dicha enfermedad y ese era, en parte, el motivo
de por qué no le gustaba el campo.
En cambio Agustina, su hermosa hija, amaba vivir
allí, disfrutaba la naturaleza como nadie, visitaba el arroyo que cruzaba
cerca, le gustaba cabalgar, mirar los amaneceres y atardeceres, observar los
pájaros, amaba a toda vida que había allí y no deseaba salir de aquel paraíso.
Ensimismada en esos pensamientos estaba, cuando
escuchó la voz de Miguel que le gritaba a las vacas que llevaba al corral de
ordeñe. Dio la última vuelta en la cama, suspiró profundo y se introdujo en el
baño con toallón en mano.
Pasó por el escritorio a ordenar papeles que debería
llevar al banco, hizo la lista de compras, revisó los pedidos que Miguel le
había dejado (insecticidas para plantas, fertilizantes, hormonas de floración,
alimentos para los perros, para las aves, etc.). Dejó todo en orden, acomodó
todo dentro de su bolso, colgó su chaqueta en el respaldo de la silla y se
dirigió a la cocina.
Se dispuso a preparar el desayuno mientras
refunfuñaba su soledad y la partida tan pronta de su esposo.
Mercedes entró con una bandeja tapada con un
repasador y un olor por demás agradable a pan recién horneado.
-Buen día
señora.
-Uuff, no
se qué tiene de bueno con todo lo que me ha tocado en la vida no puedo decir lo
mismo.
Mercedes no se inmutó porque ya la conocía que
siempre decía más o menos lo mismo pero más allá de no controlar la ira, era
generosa, dedicada y misericordiosa con la gente.
-Señora
-dijo Mercedes- permiso voy a comenzar con la limpieza.
Viviana con la tarea de preparar el desayuno, ni se dio por enterada de las palabras de
Mercedes.
-Buen día
mamá, lavo mis manos y vengo a desayunar. ¡¡Qué rico el olor del pan
caliente!!!!
Su madre seguía colocando los utensilios en la mesa.
-No demores
conversando con Mercedes porque hoy tengo mucho que hacer en el pueblo, no
quiero tardarme en salir.
Ya sentadas y comenzando a desayunar, madre e hija
se miraron y Viviana dijo:
-¿Pasaste
por lo de don Zelig para ver si necesitaba algo del pueblo?
-No mamá,
cuando iba cerca vi que tenía visitas y no lo quise molestar.
-Espero que
después no diga nada ese cascarrabias.
Agustina sonrió, la miró con ternura y le dijo,
-Seguramente lo que dirías tú si estuvieras en su lugar: "parece
que ya no se acuerdan de uno" y se rió con ganas mientras que su madre
siguió desayunando sin emitir palabras.
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-Por supuesto que acepto tu ayuda, pero, eso
sí, no me hagas entrar en gastos, pues mi reservas en el Banco, distan de ser
satisfactorias, y a esta altura de mi vida, se han evaporado las posibilidades
de mejorarlas...y concretando, ¿que es lo que pretendes hacer?
-Por
empezar, abuelito querido, no te preocupes, todo correrá por mi cuenta, por ese
lado quédate tranquilo. Quizás, necesite tu consejo, pues es posible que
durante la limpieza haya cosas viejas y deterioradas, que antes de desecharlas
desearé recibir tu consentimiento.
-No, no
necesito guardar trasto viejos, lo que tu decidas tirar a la basura, tienes mi
visto bueno por adelantado.
-Pues
entonces...manos a la obra; hice una lista con las cosas que necesito comprar
en el pueblo y en unos momentos saldré para allí, ¿necesitas algo que te
traiga?
-No sé como
andamos en las cosas de la despensa de alimentos, vamos para allí y decidamos
juntos...
Al llegar al pueblo, pequeño y nostalgioso,
estacionó el vehículo. Empezó a caminar
...decidió, antes que nada, dar una vuelta apreciando los casi ínfimos cambios,
arreglos o novedades, le pareció volver a su infancia, recuerdos y vivencias
corrían en su mente...
-¡Ohooo!,
a esto lo llamo sorpresa, ¿Que tal, Silvio, que guapo se te ve...
-Un gustazo
encontrarla, doña Viviana, ¿Cómo está? ciertamente una agradable sorpresa.
Espero que todos por su casa bien...
-Gracias,
gracias, si, todo bien. ¿Estás visitando a tu abuelo, me imagino?... que buen
nieto, seguro don Zelig rechocho con tu visita. ¿Te quedarás un tiempo
haciéndole compañía?, sería bueno, pues la última vez que lo vi, lo noté muy
avejentado, cansado y muy distinto, la soledad, ciertamente le afecta.
-Me quedaré
un mes o algo más, ya veremos, pues pienso darle una lavada de cara a la casa,
galpones, huerta y demás, renovarse es vivir, dicen...
-Me gusta
tu iniciativa, si necesitas algo ya sabes donde vivimos...y será muy grato
recibir tu visita, tanto Agustina como yo, sabremos apreciarla.
-Muchas gracias,
doña, con gusto andaré por allí. Saludos...
La estadía en el pueblo resultó un poco más larga de
lo calculado, pues aparte de las compras necesarias, contrató dos muchachotes,
hijos del ferretero, que lo ayudarían en los arreglos. Ellos mismos se encargarían,
además, de transportar todo lo adquirido, hasta la casa.
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El destello en el espejo retrovisor la sacó de la
ausencia de ese momento. Era la alerta que un vehículo se adelantaría por lo
que contestó que el camino estaba libre con el guiño izquierdo. Conocía
perfectamente los códigos de ruta y las Leyes de tránsito. Cuando el otro
vehículo estuvo a la par fue saludada por los de la Patrulla de Camino. Allí
todos se saludaban porque eran costumbres sanas y éticas. Cuando la otra camioneta
la hubo pasado, se dio cuenta que había bastante polvo por la falta de lluvia.
Siguió en sus pensamientos recordando que ese camino
lo había hecho por años con su esposo y eran tan amenos esos viajes que ahora
la soledad dolía.
-Mmmm qué
rico olorcito se siente en esta cocina, Mercedes.
-Estoy
haciendo una carne al horno con hortalizas y frutas como le gusta a usted,
señorita Agustina.
-Mmmm qué
rico, me despertó el apetito.
-Ya casi
está, mientras preparo la mesa seguro llega la señora Viviana.
-Listo
Mercedes, mientras iré a saludar a tu niño y tu madre. Regreso en seguida.
-¡¡Migueeeeellll!!
¿dónde te encuentras?
Saliendo del galpón donde se guardaban las semillas,
el alimento y las herramientas,
-¡Acá estoy
señora!!! En seguida bajo las cosas que trajo.
-¡¡Toma la
lista y fíjate si me han cargado todo!!, porque mientras dejé la camioneta en
la forrajería me llegué al banco y no controlé la compra.
Mientras se dirigía al baño le entregó a la
doméstica una bolsa de comestibles que debían ir al refrigerador:
-El resto
lo alcanza luego Miguel, ¿Y Agustina?
-Fue a
saludar a mamá y a Pablito.
Cada una tenía su lugar en la mesa, desde hacía
años. La cabecera estaba vacía. Después que falleciera el esposo de Viviana,
que ocupaba ese lugar, nadie se sentó allí, sólo Robertito cuando venía de la
ciudad y nunca nadie dijo nada porque
era un poco, la proyección del que faltaba.
-Mercedes,
ve a tu casa que allá también sentí un rico aroma de la comida de Rosa y ya
deben estar esperándote, nosotras nos arreglamos. Miró a la patrona de la casa,
quien estaba en silencio con la vista en el plato, pensativa y como siempre,
sin emitir comentario.
-Gracias señorita
Agustina, luego vuelvo- y salió rumbo a su casita.
-¿Sabes con
quién me encontré esta mañana en el pueblo?
-Si no me
lo dices mamá, no soy adivina.
-A Silvio,
el nieto de don Zelig ¿lo recuerdas?
-No mucho
mamá, éramos muy chicos cuando dejamos de vernos. Recuerda que pasé años en la
ciudad estudiando y venía sólo de paseo y no íbamos a pasear a lo de Don
Zelig porque ustedes estaban siempre
ocupados.
-Está guapísimo
y ha cambiado mucho. ¡Era tan delgadito y pequeño! Ahora todo un galán de cine. Le recordé que si necesitaba algo
acudiera a nosotras y que iba a ser grata su visita.
Agustina pensó que su madre siempre exageraba un
poco cuando describía a alguien que hacía mucho no veía. También sintió ternura
porque a pesar de la primera impresión de seriedad que demostraba, era muy
solidaria y sociable cuando apreciaba a alguien. Y dando fin a la conversación
sobre el nieto de don Zelig:
-¡¡¡Ah,
mamá!!, no me esperes temprano porque
vamos con Miguel a asistir a la Pancha (una vaca) que está por parir y me parece que la cosa no viene muy bien.
-¿Por qué
no llamas a don Isidro?
-No es
necesario mamá, yo me arreglo.
Agustina era veterinaria, pero siempre llamaba a don
Isidro, un viejo veterinario con gran experiencia en los temas del campo y
porque hacía años que asistía a los animales de la granja desde que vivían sus
abuelos.
-¡¡¡Ayyy
hija, ¿cuando dejarás de ocuparte del campo para dedicarte un poco a otra cosa?
-Ya hemos
hablado sobre ese tema mamá, no insistas. Ya sabes mi punto de vista.
Levantándose de la mesa dio por finalizada la
conversación porque siempre que Viviana tocaba ese tema, ella se molestaba
porque amaba el campo. El padre le había transmitido todos sus secretos, le
había mostrado cada rincón, cada características de los animales según la
especie, el estado del tiempo de acuerdo a los vientos, a las nubes y al color
del sol, y le había transmitido todo el amor por ese lugar.
Desde su dormitorio, su madre vio la figura delgada y ágil de su hija, una
verdadera amazonas, cabalgando en su alazán junto con el fiel Miguel, hombre noble
y honrado que desde chico había sido criado por sus suegros.
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Silvio decidió levantarse temprano, pues sus
ayudantes prometieron llegar apenas levante el sol, para así, aprovechar el
día. Al entrar en la cocina, ya lo esperaba su madrugador abuelo, con un buen
café, el aroma impregnaba toda la casa.
-Buen día,
jovencito, ya rato que esperaba tu compañía, aquí tienes tu taza preparada...
-Hola,
hola, abuelo, ¿es que te has caído de la cama?, aún no son las seis, y pareces
más despierto que un gallo madrugador.
-Ya tendré
tiempo de sobra para estar acostado cuando me llamen a confesar todas mis
cuitas, allá arriba...
-No te
apresures a despedirte, hay todavía tiempo para esas cosas.
-Nunca se
sabe...hay que estar preparado.
El ruido de un motor de camión interrumpió la
charla.
-Me parece
que ya llegaron los muchachos, me gusta que cumplieron con su palabra, y salgo
a recibirlos, después nos vemos, abuelo...
Los trabajos empezaron no bien descargaron todos la
mercancía adquirida en el pueblo.
Silvio decidió que Juancito, uno de los hermanos se
ocupe del gallinero, y él junto con Pepe, el otro hermano, sacarían los
caballos, como primera medida y luego limpiarían a fondo las deterioradas
caballerizas.
A media mañana se apareció don Zelig, con una jarra
de limonada y unos sabrosos sandwiches, proponiendo un descanso en las tareas.
Ninguno de los tres muchachos rehusaron tal propuesta.
El gallinero recibió una buena mano de pintura
blanca, y las inquietas gallinas no dejaban de inspeccionar su renovado
domicilio. Hasta el abuelo, felicitó el buen trabajo.
En el establo, se cambió de lugar los
compartimientos de los inquilinos; se acomodaron todo lo perteneciente al
recado de los caballos en unos perfectas grampas; destinaron un amplio sector
donde fueron acomodadas todas la herramientas y utensilios para trabajar la
huerta. Todo el recinto recibió un agradable lampazo de pintura verde. Al
entrar a su renovada casa, el Negrito y Merinda(el nombre de la potra, que le
puso el abuelo), no dejaron de asombrarse ante tal limpieza y orden, que daban
una brillo especial a todo el ambiente, y lo manifestaron con unos respetables
relinchos.
El abuelo no podía creer el cambio efectuado,
revisaba y revisaba...una sonrisa se reflejó en su cansado rostro.
Durante los días siguientes, todos (incluído Don
Zelig) se dedicaron a sacar fuera del galpón el total de lo allí acumulado por
años. Una tarea, que sin lugar a dudas, era imprescindible.
Aparecieron decenas de trastos viejos, que ni
siquiera el abuelo, recordaba su procedencia. En fin, después de largas horas,
se decidió que sería reincorporado y que sería llevado a la parva de los
residuos que aumentada momento a momento.
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En esos días del recorrido habitual que hacía
Agustina muy temprano, tomó la decisión de dar una vuelta por su viejo vecino,
don Zelig. No lo había hecho antes por el movimiento que veía en la granja y le
parecía que su visita sería inoportuna. Como habían pasado unos días y ya no se
veía tanto despliegue, decidió llegarse a su vecina granja. Terminado su
recorrida y siendo aproximadamente las ocho y pico de la mañana, antes de ir a
su casa fue directamente allí. Don
Zelig, que andaba entretenido en los menesteres de la casa la vio cuando el
caballo y su amazona entraban por el ancho camino. Desde luego que la reconoció
de inmediato y salió a su encuentro.
-Buen día
Agustina, qué bueno que me visites, me tenías en el olvido jovencita.
-Nada que
ver Don Zelig, pasa que viendo el movimiento que había en la casa me pareció
imprudente venir. (mientras se apeaba de su alazán)
-Siempre
eres bienvenida hija, acá es como tu casa.
Saludó con cariño al anciano porque ella lo
apreciaba mucho ya que lo conocía desde que tenía uso de razón y caminó junto a
él que la llevaba del hombro, como hacía siempre en demostración de afecto.
En eso entró uno de
los hermanos, que había contratado Silvio para que lo ayuden en la
limpieza de la casa a pedir algo a don Zelig y éste antes de dejarlo hablar le
dijo
-Ve a
traer a Silvio que tenemos visita.
El joven salió a la carrera en busca del nieto.
Agustina vio entrar a ese joven que le pareció un
perfecto desconocido porque no tenía absolutamente ni un rasgo del niño que
ella apenas recordaba. Lo mismo sintió Silvio: "a esta chica no la he
visto nunca". Se miraron y ella se ruborizó porque todavía tenía la
inocencia de ruborizarse frente a alguien que la intimidaba un poco, debido a
su timidez. Viviana le había hablado de lo guapo que era pero le pareció que,
como siempre, exageraba un poco. Era agraciado y muy apuesto, pero no un galán
de cine porque era natural su belleza.
Él también la vio muy bonita su larga cabellera
castaña muy clara, casi rubia, su figura delgada y bien contorneada, nada de exagerado
y lo que más le gustó fue cuando las blancas mejillas se tiñeron de rojo. Como
entraba a la sala, tuvo la iniciativa de saludarla.
-Hola
Agustina , tanto tiempo.
Ella se puso de pie para corresponder al saludo.
-Hola
Silvio, si de veras, hace años no nos vemos.
Apenas rozaron la mejilla con el beso de saludo.
Silvio comenzó el diálogo.
-El abuelo
me contó de ustedes, lamento lo de tu padre. Se que estás a cargo de la granja junto a tu madre. Debe
ser duro el trabajo que has elegido, máxime para dos damas ¿no?
-No creas,
me gusta lo que hago y aunque mamá, a veces quiere convencerme de irnos a la
ciudad, no lo logra porque me siento muy bien.
Intervino don Zelig:
-Te dije
que Agustina es una fiera para llevar adelante su granja y ¡¡¡vaya que lo hace
bien!!!
Mientras dijo eso sirvió café.
-Y ¿qué
haces en tus días libres?
-A veces
voy con algunas amigas al pueblo a tomar un café y de vez en cuando, si traen
algún espectáculo que nos interesa.
-¿No
extrañas la ciudad?
-Para
nada, cuando me recibí me vine huyendo de esa locura que se vive allí. y ¿tú,
qué haces?
-Trabajo
en el comercio con mi padre. No se si recuerdas que tiene un negocio de insumos
industriales en la ciudad. Abastecemos a fábricas y empresas que trabajan este
rubro.
-Y ahora
¿estás de vacaciones?
A don Zelig le encantaba que su nieto platicara con
Agustina porque deseaba que encontrara una "buena chica" (como decían
los mayores) para compañera de su vida y estaba seguro que Agustina reunía las
condiciones que él pensaba.
-Si, me vine unos días con el abuelo y como
dices, también estoy un poco agobiado de la ciudad, lo que no se si podría
quedarme a vivir aquí porque estoy un poco acostumbrado al ruido, al
movimiento, a la gente. Que se yo, hay momentos que extraño pero de sólo pensar
en regresar a la vorágine que casi no te deja ser vos mismo, medio que me frena
un poco.
Hablaron de otros temas, Silvio le contó lo que
estaba haciendo en la granja de su abuelo y también rieron de algunas cosas que
le contaba como de las intervenciones de su abuelo.
Agustina se
puso de pie dando por finalizado el diálogo y dirigiéndose a la salida.
-Bueno, ha sido un gusto volver a verte. Don Zelig, en cualquier momento paso
nuevamente.
-Por favor
hija, que no pase tanto tiempo, no te olvides de tu vecino.
-A
propósito- dijo Silvio- ¿quieres ir el sábado al pueblo a tomar algo?
-No te
contesto ahora, porque no se si mi madre tiene algún plan.
Los dos hombres quedaron por un rato viendo como
amazona y caballo se alejaban por el ancho camino para luego tomar el camino
que llevaba a casa de la joven.
Como era tarde, sintió el olor del preparado de la
comida para el medio día. Viviana, que sabía que había ido de don Zelig, estaba
impaciente para que le contara pormenores del encuentro con Silvio, porque de
alguna manera, como el abuelo, deseaba que su hija se interesara por algún
joven. Había algunos que habían deseado conquistarla, pero ella no se daba por enterada porque por
el momento no le interesaba en lo más mínimo estar con alguien.
-Agustina,
¿tomamos un refresco mientras esperamos el almuerzo?
-No mamá,
tomé café en lo don Zelig y no me apetece. No tomaré nada hasta el almuerzo.
-Cuéntame
hija cómo te fue ¿conociste al nieto de don Zelig?
-Si, mamá,
lo conocí. Hablamos luego en el almuerzo y me preguntas. Voy a ver al niño de
Mercedes y a Rosa, su madre, y luego vuelvo.
Viviana, conociendo a su hija sabía que no debía
insistir y que después le contaría. Agustina era muy reservada, como había sido
su esposo, también de pocas palabras cuando la ametrallaban a preguntas. Por
eso se tragó su ansia y esperó, pacientemente hasta el mediodía.
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SEGUNDA PARTE
Todo ese día, no obstante trabajó par a par, con los
muchachos, tratando de ordenar y dar un buena forma al galpón, Silvio no dejó,
ni por un momento, sacarse la figura de Agustina de su mente. Era una chica
espectacular, graciosa, agradable, llena de vida y entusiasmo, en fin...ya
aguardaba el sábado, pues estaba más que seguro que ella aceptaría la
invitación de ir al pueblo, tomar algo y conversar solos, sin acompañantes.
Al día siguiente tuvo que llegarse al pueblo, pues
había llegado el pedido de unos tarros de pintura, que según comentarios de los
hijos del ferretero, no eran del color que él había elegido.
Y si, al ver la mercadería, comprobó que no era el
color solicitado. Don Fermín, el ferretero, preocupado por esta equivocación,
explicó que en el pedido fue hecho detallando perfectamente el color preferido,
y no sabía el motivo de este percance.
Estaban discutiendo sobre el asunto, cuando entró en
el local Agustina...
-¡Oh...Buenos días!... que agradable sorpresa
verte por aquí, ¿que tal, como estás?
-Si,
Silvio, una casualidad encontrarnos en la ferretería, pensé que me habías
invitado al bar a tomas unas copas....ja, ja, ja...
-No,
no...tienes razón, esto es mera casualidad, y la invitación está a la espera de
tu confirmación, que descarto será afirmativa, ¿o me equivoco?
-Por supuesto que acepto, y será una buena
oportunidad para que me cuentes sobre ti y tus proyectos futuros. Pasame a
buscar a la tardecita del Sábado, a las seis ¿te parece bien?
-De acuerdo, allí estaré. Y dime ¿que trae por
aquí?
-Ahhhh, es que mi madre decidió pintar la
cocina y el lavadero, y vengo a comprar unos tarros de pintura, lo que no se es
que color elegir...
Ni lerdo ni perezoso, se metió en la conversación el
avispado ferretero...
-Justamente
aquí tengo unos tarros de buena pintura recién recibidos, espero que le agrade
el color celeste, es de un tono delicado...mire aquí tengo un catálogo con la
muestra, acérquese y mire, quizás hacemos negocio...
-¿Celeste? hummm... podría ser- Agustina se
acerca, da un vistazo a la oferta y decidí con asombrosa rapide,
-Perfecto,
me gusta, y Ud. que conoce nuestra casa, ¿Cuantos tarros serán necesarios?
-Calculo
que con estos cuatro será suficiente, si le sobra, cierrelos bien y servirán
para cada tanto hacer retoquecitos. Quédese tranquila, más tarde cuando lleguen
mis muchachos se los llevarán hasta vuestra casa. Dele saludos cordiales a su
querida madre.
-Gracias, don Fermín, serán dados, y mucho
agradezco su ayuda con la pintura.
Y antes de salir, se acerca a Silvio, le da un beso
en la mejilla y le dice,
-Hasta el
Sábado......
Apenas deja la ferretería la encantadora compradora,
Don Fermín propone a Silvio, (que se mantuvo callado mientras duró la oferta y
compra de "sus" tarros), esperar unos días, pues hoy mismo se
comunicará con su proveedor para que le envíe los tarros de pintura pedidos,
pero especificará que esta vez sean los que corresponden.
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Agustina llega a la casa y como siempre hace su
rutina mientras le dice a su madre que enviarán los tarros de pintura a la
tarde y le comenta que eligió un color celeste que le mostró don Fermin y que
al principio tuvo dudas, pero luego lo aceptó, y agrega,
-Estaba
Silvio cuando entré en la ferretería y quedé de acuerdo en ir el sábado al
pueblo, a tomar algo juntos.
--Pero qué bueno y al respecto, el otro día cuando
fuiste no me contaste mucho sobre el encuentro en lo de su abuelo.
--Bien mamaá no hay mucho para contar, es agradable
y me gustó "conocerlo" de nuevo.
Para todo
esto, Silvio también le había comentado a su abuelo el encuentro con la joven y
que habían acordado de salir el sábado. Don Zelig, estaba feliz con estas
novedades.
El sábado por la tarde y después de dejar todo en
orden con Miguel y ultimar detalles de rutina respecto al trabajo, decidió
tomar un baño de inmersión al que perfumó con aceites esenciales de lavanda y naranja
que son relajantes. Luego se arregló y mientras esperaba a Silvio, miró
televisión en su habitación para que su madre no le pregunte ni le diga nada.
Sabía que le daría recomendaciones como hacen las madres. A las seis en punto
llegó el joven. Bajó de su coche para saludar a Viviana. Estaban conversando
animadamente cuando se sintieron los tacones de Agustina que venía de dentro de
la casa. Silvio no había querido pasar porque se iban en seguida con la chica. En realidad él tenía apuro para
conocerla más. Quedó impresionado ante la figura de la joven, que había dejado
suelta su cabellera y vestía faldas. Sencilla, elegante, hermosa y con un muy
buen gusto que no exageraba en absoluto. Se despidieron de Viviana. Agustina se
acomodó en el asiento y partieron al pueblo.
-¿Qué
lugar quieres que escojamos?-dijo el joven- guíame porque tú tendrás que hacer
de cicerone, ya que no conozco mucho. Está bastante cambiado el pueblo y ha crecido.
-Primero
paseemos un poco, si quieres, para que te muestre algunas nuevas creaciones que
han ido incorporando, de paso hacemos tiempo y ¿cenamos? yo invito- , dijo ésto
porque estaba acostumbrada a pagarse todo y cuando salían con amigas cada una
abonaba lo que consumían.
-Me parece
genial, pero lo de la invitación estuvo de más, invito yo que te propuse esta
salida.
Ubicados en el restaurante que eligiera Agustina,
Silvio observó que se trataba de un bonito lugar, austero, con la sencillez del
buen gusto de la decoración sin rayar lo exagerado. Todo lo contrario, era
acogedor y tenía una muy buena música de fondo. El mozo les trajo la carta y
cada uno eligió el menú acordando algunos gustos similares, aunque muy pocos.
Una vez hecho el pedido, Silvio la observó detenidamente. Bonita chica, sin
ningún retoque quirúrgico como las que él conocía en la ciudad donde vivía,
esas jóvenes con nariz respingada, labios gruesos, senos exuberantes por efecto
de los agregados quirúrgicos y extensiones en los cabellos, tinturas y arreglos
artificiales. Agustina era de una
belleza natural, distinguida, educada, con modales delicados. Se preguntaba
¿cómo ésta chica con esas características puede vivir lejos de la ciudad,
administrar y llevar adelante todo lo agropecuario? No podía entender el cómo y
el por qué y estaba en silencio observándola.
-Bueno
vamos, cuéntame de tu vida, tus proyectos y
tus sueños - la voz muy personal de la joven lo sacó de sus pensamientos
cuando había dejado la carta que se había entretenido leyendo, a un costado de
la mesa.
-No hay
mucho, tú sabes cómo es la ciudad, te envuelve en una vorágine que no tiene
fin. Uno no sabe dónde comienza y dónde finaliza. Casi no te dejan pensar. No
se puede disfrutar como lo estamos haciendo porque allá hay que tener cuidado
los robos y además el panorama de chicos pidiendo es abrumador. Ya te dije que
trabajo con mis padres y tenemos tan poco tiempo de hablar. Con el abuelo
compartimos muchas cosas y ahora aprecio mucho esta vida que llevan por estos
lugares. Los fines de semana salimos con amigos, vamos a bailar, a tomar algo -
se notó cierto desagrado recordando que algunos de sus amigos se pasaban de
copas, se ponían insoportables y algunos utilizaban algún tipo de droga. Se dio
cuenta que estaba viviendo una vida artificial y que de pronto, había comenzado
a molestarle toda esa locura que vive en las grandes urbes. Por supuesto que no
lo dijo.
-Y ¿tú?, cuéntame
de tu vida ¿tienes novio?
-De
tenerlo no estaría acá contigo –
Silvio recordó que en su ciudad las chicas no
guardaban ese respeto por nadie y se engañaban unos a otros.
-Si,
claro, disculpa.
-Salí con
un chico un par de meses, pero éramos dos polos opuestos y quedamos como
siempre, amigos.
-¿Qué tan
opuesto era?
-Él no
aceptaba mi independencia, le gustaba ser el manejaba las situaciones, los
programas y todo lo referente a la equidad no estaba de acuerdo.
-Comprendo
- Silvio se dio cuenta que aparte de bonita y todos los atributos que tenía,
también era muy personal. No se había topado con una mujer de estas
características, muy dueña de su vida y él estaba acostumbrado a las frívolas
de la ciudad. Debía ser muy cuidadoso y cauto. Le interesaba mucho esta chica
que de pronto le había dado vueltas la cabeza.
-¿Y qué
haces, además de trabajar? -comentó el joven.
-Aparte de
salir, de vez en cuando con amigas, allá en la granja disfruto de la vida de la
naturaleza. Solemos salir en noches de luna y buen tiempo, con Miguel y
Mercedes a cabalgar y vamos hasta el arroyo donde nos sentamos a disfrutar del
silencio que tiene tantas voces que no imaginas. Mamá se suma muy pocas veces
porque ella tiene amigas que se reúnen en alguna casa a jugar a las cartas y
también viene al pueblo con ellas. Me gustaría que mi madre conociera a alguien
para que no esté tan sola y cambie ese carácter que se bien que es una vía de
escape a sus problemas.
--ero doña
Viviana es muy amable y dulce persona, aunque la primera impresión parece
hosca, pero pasada esa impresión es encantadora.
-Si, así es
pero tiene que tratar de vivir un poco. - Silvio pensaba "esta chica es
fuera de serie, se preocupa por su madre y ella tiene una vida tan
simple".
-Pero tú
Agustina ¿te parece que vives, así como
lo haces?
-Tú no conoces
lo que es la vida en serio, porque la ciudad te muestra un modelo que para nada
es la realidad porque es una vida de apariencias.
Ahhh... pensaba Silvio, voy a tener que agudizar mis
sentidos para entenderla porque es mucho más de lo que pensaba y cada vez me
gusta más la magia que fluye de ella.
Pidieron café y luego se retiraron del lugar.
Pasearon un poco por la plaza y fueron a una heladería. A Silvio le encantaba
escucharla y quería prolongar ese encuentro, pero Agustina le propuso el
regreso. Desde luego que ya eran las tres de la mañana del domingo. Silvio,
como buen caballero, la tomó del hombro delicadamente y caminaron hacia el
auto. Intercambiaron los números de la telefonía móvil y quedaron para salir
otro sábado, pero antes aceptó la invitación de Agustina a cabalgar una tarde
por los campos y conocer los rincones que ella le había contado.
Aunque él no tenía mucha experiencia con las
cabalgatas porque no estaba acostumbrado se prometió practicar todos esos días
que faltaban para ese paseo. Si bien, había hecho paseos con su abuelo, no era
fácil estar a la altura de Agustina porque ella desde pequeña era muy buena
amazona.
Pero él no se iba a quedar atrás porque le
interesaba mucho la joven y porque deseaba compartir con ella los agradables
momentos que sabía irían a pasar. Se había sentido muy bien con ella a pesar
que al principio lo había tomado como una cortesía de vecino o una salida más,
como pasaba en la ciudad que todo era sin compromiso, sólo diversión y pasar el
tiempo.
Se sintió sorprendido porque esto era diferente ya
que Agustina lo había movilizado sin proponérselo ni hacer nada para que esto
se diera, ya que ella actuaba naturalmente. Por eso mismo pensó que era la
mujer que a él le gustaría para su vida y además desde que la vio no se la pudo
sacar del pensamiento.
¿Qué era todo esto? Sentía extraño lo que esta chica generaba en él y lograba
sacar de dentro, algo que ni él mismo conocía y no sabía que tenía, ¿Serán
éstos los sentimientos que había escuchado de personas que, evidentemente,
sabían lo que era el verdadero “AMOR”?
¿Cómo había cambiado en tan poco tiempo? ¿Era un milagro?. Siempre existen las
posibilidades de cambio en las personas y se parecen o son un milagro, el que
no lo sabía era él y le dio la impresión que había estado dormido y que ahora
despertaba ante un mundo totalmente diferente y que no sabía que existía.
Si lo vieran sus amigos, bahh... mejor dicho,
compañeros de salidas y diversiones, porque ahora veía todo diferente y le
gustaba mucho más este mundo que el ficticio que vivía.
Menudo dilema tendría con sus padres si prosperaba
la relación con Agustina porque debería elegir vivir en la ciudad o en el
campo.
¿Aceptaría Agustina ir a vivir a la ciudad?.
Todo esto pensó en fracciones de segundos porque los
pensamientos van a la velocidad de la luz.
Llegaron a casa de Agustina y él, muy caballero, la
acompañó hasta el pórtico y se despidieron con un beso en la mejilla mucho más
emotivo que las veces anteriores.
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A la mañana siguiente, madrugó, los pensamientos
sobre la noche anterior con Agustina, no le permitieron consolidar el sueño,
debía tomar decisiones y no dejar desvanecer estos momentos, que podrían llegar
a ser cruciales para ambos. Tomó el primer café reglamentario con su abuelo y
salió para continuar con el trabajo empezado, que ya estaba llegando al fin
programado; por suerte sus eficientes ayudantes también llegaron temprano y
juntos emprendieron las tareas.
A mitad de la mañana cuando apareció como de
costumbre su abuelo con los emparedados, aprovechó para comentarle que después
del mediodía, mientras los muchachos pintaran las paredes externas del galpón,
como les había encomendado, ensillaría su Negrito y enfilaría a la casa de doña
Viviana, pues había aceptado la invitación de Agustina para cabalgar un poco
por los alrededores.
-Bueno,
bueno, parece que te picó fuerte la susodicha, despacito no sea cuestión de que
te agrade la picazón, je.je.je.....Don Zelig, dijo esto con un pronunciada
sonrisa en su rostro.
Silvio solo murmuró...no quiso hacerla más larga,
pero agregó...
-Veremos,
veremos...
Las cabalgatas, que en un principio estaban
compuestas por los cuatro jinetes, rápidamente se convirtieron en un dúo, pues
Miguel y Marcela, decidieron dejar sola a la nueva parejita.
Esos encuentros, acompañados de largas charlas,
frente a la luna, los fue acercando cada vez más, lo que les permitió conocerse
e inclusive a hacer planes para el futuro.
,,,,,,,,,,,,,,,,,,
Silvio no podía creer que esta muchacha, con aspecto
frágil era, no sólo bella, sino fuerte, decidida y llena de virtudes. Él, que
no pensó nunca en casarse, se había enamorado como no imaginaba que existiera
ese sentimiento. Ella le había educado el oído para distinguir el canto de los
pájaros en el día y por la noche las aves nocturnas, el croar de ranas, los
grillos y todo el bicherío que al atardecer cobraba vida en el campo. Le había
mostrado los rincones más bonitos y llenos de magia. Le había hablado del
"Mundo Elemental" a lo que él extrañado había preguntado: ¿mundo
elemental?
Y allí estaba aprendiendo, descubriendo y comenzando
a amar todo aquello que cada vez le gustaba más y no le resultaba ni extraño ni
desconocido, era como que él conocía
todo aquello sólo que no lo recordaba.
Le habló de los habitantes del agua cuando entraron
al arroyo, le enseñó a amarlos, respetarlos y admirarlos. Lo mismo hizo con los
que habitaban la tierra y el aire.
Él, se maravillaba de todo esto porque jamás lo
había pensado ni visto de esta manera, se acordaba de haber estudiado en la
escuela la flora y la fauna, pero sentir el alma de todo, nunca lo había
oído.
Agustina era una caja de sorpresas cada vez que
salían. También habían salido a cabalgar con amigas de los alrededores, chicas
y chicos bastante parecidos a Agustina en los gustos. Habían nadado en el
arroyo y también habían ido al pueblo a pasear, a bailar y a divertirse en la
única casa de juegos que allí había, donde el billar era el
entretenimiento preferido de Agustina.
No podía creer cómo se divertía y lo más sorprendente era que no extrañaba para
nada la vida de la ciudad.
Es más, pensaba cómo había podido vivir en esa
vorágine que traga a las personas y les obnubila la mente. Acá no faltaba
diversión y todo lo concerniente a la vida moderna, pero en su justa medida sin
rayar los extremos. Tampoco había tantas cosas como en la ciudad. Pero aquello,
en definitiva, sólo servía para tentar a la gente a gastar innecesariamente en
elementos, ropas, calzados, comidas, y muchas banalidades, que inducían a una
competencia feroz y a un consumismo desmedido. Por eso había tantas personas
con enfermedades psicosomáticas. Allá
había de todo, pero faltaba el diálogo, el interés por el otro y el
conocimiento de la vida interior de las personas.
Todo esto pasaba como una película por los
pensamientos de Silvio. Ese atardecer de
luna llena habían ido en su acostumbrado paseo y allí decidido y sin querer
perderle, le propuso matrimonio. Ella quedó en silencio y se le cruzaron miles
de cosas por la mente: "nos conocemos poco, no se si estoy preparada, no
se si él está dispuesto a cambiar su mundo por este, hay muchas cosas que
todavía no se de él", todo eso pensaba cuando Silvio la interrumpió:
-¿Aceptas
mi propuesta?
-Me ha
sorprendido y tomado desprevenida.
-Mañana
debo volver a la ciudad y quisiera tener algo concreto para hablar con mis
padres y comenzar con el preparado de nuestra boda.
-¿Nuestra
boda? Suena fuerte en tan poco tiempo. No se si sabes que vivimos en mundos
totalmente disímiles. ¿Estás dispuesto a cambiar la ciudad por el campo? Todo
esto que vivimos es hermoso pero no olvides que no es lo mismo estar casado que
vivir un noviazgo.
-¿Y qué
diferencia le ves tú? Yo estoy dispuesto a dejar todo lo de allá. En definitiva
me di cuenta en este tiempo que aquello no es la VIDA, es la sobre vivencia en
un mundo alocado y lleno de ruido, ruido y más ruido y ¿sabes cuántas veces me
sentí mal al escucharte y escuchar a todos que hablan un mismo idioma que yo no
conocía? Hasta el abuelo habla como tú y conoce muchas cosas que yo no sabía y
cuando él hablaba y me enseñaba, no lo escuchaba.
Agustina lo abrazó, le besó la frente y le dijo,
-Todavía
no has conocido todo, porque la magia que acá se vive es infinita y el amor
cuando se va a conjugar y se va a fundir
en la entrega total, no imaginas lo que es.
Silvio quedó extasiado y se dio cuenta que tanto
amaba a esta chica que la había respetado y conservado como a un verdadero
tesoro. En ese momento tomó una decisión y no quería perder más tiempo. Se puso
de pie, tomó la mano de Agustina para que se levante, la abrazó y besó con
ternura y pasión infinita.
Invitándola a montar en su caballo a la vez que él
lo hacía también, agregó,
-¿Nos casamos?
-¿Puedo
negarme?
-Desde
luego que no- se rieron mucho como dos chicos.
-Claro que
acepto, si te esperaba hace mucho tiempo.
-¿Cómo que
me esperabas si no me conocías?
-Me lo
dijo un Sabio del Mundo Elemental, que vendría el hombre que me amaría como yo
deseaba.
-Ya me voy
a preparar mis cosa, hablaré con el abuelo y mañana temprano voy a casa de mis
padres (ya no dijo: a mi casa), preparé todo y regresaré con ellos a ultimar
detalles para "nuestra boda". No quiero esperar más. Ahora me doy
cuenta que no existen las casualidades, sino las causalidades. Por eso vine del
abuelo.
Llegaron a casa de Agustina, se apearon y él la
acompañó llevándola del hombro y entraron en la sala donde Viviana estaba
mirando televisión, esperándola para cenar, les sonrió e invitó a cenar a
Silvio. Éste aceptó. Pidió a Mercedes
que agregara la vajilla para él. Se sentaron a la mesa y entre intercambio de
opiniones sobre todos los temas de interés, pasaron una cena muy agradable.
Luego se sentaron en la sala a tomar un café y Silvio, como un buen caballero
le informó,
-Mañana viajo a la ciudad.
-Ahhh,
¿terminan tus vacaciones? - Miró a Agustina porque sabía que los chicos habían
comenzado un romance, pero ella lejos de estar triste estaba sonriente y
complacida.
-Mis
vacaciones se van a prolongar por el resto de mi vida porque voy a volver la
semana entrante con mis padres porque nos vamos a casar con Agustina.
Y así, de sorpresa, los chicos le contaron a la
madre los proyectos futuros.
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AUTORES:
*Ana Tabares (Argentina)
*Beto Brom (Israel)
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*Registrado/Safecreative N°1512166044136
*Imagen ilustrativa de la Web
*Música de fondo: Cuarteto Europeo/ Boccherini/Menuet
Muy bueno el trabajo conjunto realizado. Eso habla muy bien de los autores.
ResponderEliminarUn abrazo a mi amigo Beto Brom.
Contento con tu visita, Ernesto, y además saber que disfrutaste de nuestro trabajo.
EliminarRecibo con gran placer tu abrazo, javer.
Shalom
¨¨¨¡¡¡¡Bueno mis queridos escritores, están listos para una novela!!! Agilidad,buen léxico,rico en situaciones, bien estructurado!!! Gracias por compartirlo. Felicitaiones
ResponderEliminarAmbos agradecemos tus huellas, Angelita.
EliminarTe enviamos un ramillete de cariños.
¡Magnífico relato, ana y Beto...!
ResponderEliminarAdolfo, gracias mil por tu comentario, lo agradecemos mil.
EliminarShalom amigazo